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LOCARNO 2022 Competición

Crítica: Gigi la legge

por 

- El retrato delicado y a veces surrealista de un policía rural (el propio tío del director) supone la gran vuelta de Alessandro Comodin

Crítica: Gigi la legge

Después de ganar el Leopardo de Oro en la competición Cineasti del Presente en 2011 con L’estate di Giacomo [+lee también:
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, Alessandro Comodin regresa al Festival de Locarno (esta vez como parte de la Competición Internacional) para presentar su último largometraje, Gigi la legge [+lee también:
tráiler
entrevista: Alessandro Comodin
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, una mezcla perfecta de documental y drama, con toques de realismo mágico.

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Consagrándose como un atento observador de personajes “atípicos” que viven al margen de una sociedad hipertecnológica que solo se preocupa del rendimiento, dominada por hombres cisgénero, Alessandro Comodin dirige el foco hacia su tío, un policía rural que vive en un pueblo del norte de Italia (la región donde se crio el director), en su último largometraje, Gigi la legge. En un esfuerzo sobrehumano por explorar una comunidad muy específica, la del norte periférico de Italia, dominada por la actitud del "far niente" (“hacer nada”), que hace tiempo perdió su encanto, Alessandro Comodin retrata los altibajos de su tío en una obra a puerta cerrada, que se desarrolla casi exclusivamente en el asiento delantero de su coche patrulla.

Casi no sabemos nada sobre Gigi (Pier Luigi Mecchia), aparte de lo que hace para ganarse la vida. No se revela nada sobre su vida privada, aunque sus compañeros insisten en que es un seductor experimentado. Es precisamente esta ambigüedad, esta necesidad de construir nuestra propia narrativa, el misterio que rodea al personaje principal de la película, lo que hace que la cinta resulte especialmente interesante. El director no pretende ofrecer un preciso retrato sociológico de su tío, sino sumergirnos en la vida cotidiana de un hombre que parece mantenerse a flote construyendo castillos en el aire.

Gigi vive en un lugar que no llega a especificarse, y que distinguimos únicamente por el dialecto friulano que hablan con orgullo (Pasolini se hace eco en las palabras de los personajes) y un paisaje que a veces se vuelve selvático, como el jardín del protagonista, el único lugar donde lo vemos brevemente con ropa de civil. Gigi es un agente de policía de mediana edad que, representando el modelo de masculinidad italiana, no ha perdido un ápice de su destreza seductora, pero parece estar anclado en el pasado. Atrapado entre la realidad y la (abundante) fantasía, y con la ayuda de la radio policial, Gigi entabla una relación a distancia con su nueva compañera, Paola, compuesta de dobles sentidos y chistes eróticos apenas disimulados, que pronto se convierte en parodia. Pero, ¿existe realmente Paola o es solo un producto de la imaginación de Gigi? Asistimos a una sucesión interminable de rondas diarias, como rituales soporíferos, hasta que de repente una niña se quita la vida arrojándose debajo de un tren. Esto lleva a Gigi a sondear las profundidades de su mundo interior, buscando más allá de la realidad y la (en ocasiones grotesca) máscara social que ha creado a lo largo de los años.

A través de una observación minuciosa y empática, Comodin logra transformar la realidad que lo rodeaba de niño, y que Gigi encarna a la perfección, en una obra de poesía trágica. En este contexto, el suicidio de la chica se convierte en una metáfora del aburrimiento que se ha transformado en (cómoda) inmovilidad. Sin embargo, al igual que la niña encontrada en las vías del tren, Gigi se consuela regodeándose en un romanticismo del pasado, lo que significa que el "tren de la vida", su creciente comprensión de un mundo que es mucho más oscuro de lo que a él le gustaría, podría superarlo en cualquier momento. En este sentido, la escena final, donde lo vemos en el banco de un hospital psiquiátrico donde, por primera vez, el policía revela algo de su mundo interior, resulta poderosa y conmovedora.

A través de su tío, Comodin ofrece un retrato humilde y poético de una sociedad trágicamente asfixiada por una masculinidad hegemónica, intrusiva y restrictiva que nos impide expresar nuestra fragilidad en toda su revolucionaria belleza.

Gigi la legge es una producción de la italiana Okta Film, junto a la francesa Idéale Audience y la belga Michigan Films. Shellac se encarga de las ventas internacionales.

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(Traducción del italiano)

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