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LOCARNO 2022 Cineasti del presente

Crítica : Love Dog

por 

- Bianca Lucas presenta un intrigante primer largometraje que radiografía un alma a la deriva en un Mississippi crepuscular

Crítica : Love Dog
John Dicks en Love Dog

Criada entre Suiza, Noruega y Polonia y formada en la Film.Factory de la Academia de Cine de Sarajevo (un proyecto dirigido por Bela Tarr), la joven directora Bianca Lucas debuta con el drama Love Dog [+lee también:
tráiler
entrevista: Bianca Lucas
ficha de la película
]
, presentado en la sección Cineasti del Presente del 75º Festival de Locarno y que coquetea deliberadamente con el documental. El resultado es una historia intangible y realista más basada en sentimientos que en hechos reales y concretos.

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La historia que cuenta Love Dog parece sencilla. Describe la tormentosa vida cotidiana de John (John Dicks, en su primer papel en la pantalla), que se enfrenta al dolor por la muerte de su novia. No sabemos mucho de John, excepto el hecho de que acaba de volver a su ciudad natal en Mississippi. Las piezas del puzzle necesarias para comprender el malestar general que lo invade se nos ofrecen poco a poco a través de llamadas telefónicas y escasas conversaciones con familiares y amigos, que pasan a visitarlo y que nos alertan de que su novia se quitó la vida, y luego John se mudó de Texas a Mississippi. Los flashbacks esporádicos que aparecen en la película son los únicos momentos en que vemos la cara de su novia. Para rematar este retrato oscuro, el perro de la novia de John irrumpe en su vida y remueve algo enterrado, tocando una fibra tan sensible que podría partirse en dos. 

De manera obsesiva, Love Dog se centra en John, analizando su vida diaria más allá de las palabras para explorar un mundo interior expresado a través de movimientos imperceptibles y expresiones faciales captadas por la directora en un estilo casi documental. A veces, su cuerpo parece abrumado por un malestar tan genuino, por un dolor que se vuelve palpable, que es difícil ver las fronteras entre John como persona y John como personaje. Gracias a la atención meticulosa que presta la directora a cada detalle y a representar los diferentes estados mentales de su protagonista a través del color (colores pastel, como fotos Polaroid solapadas con la oscuridad de la noche) y del sonido (sonidos de la naturaleza que hacen dueto con canciones susurradas mientras llora) en un estilo a menudo cenestésico, Bianca Lucas nos traslada con éxito al interior de la mente de John. La poesía que transmite la película a menudo se traduce en una necesidad implacable de evadir una desafiante realidad privada y colectiva (las últimas noticias sobre Covid y las trágicas restricciones que conlleva el virus son una constante en la vida de John, que se entera de ello por la radio de su coche). En este sentido, la necesidad compulsiva del protagonista de hablar con extraños por internet para perderse en una masa de gente grotesca y aterradora resulta interesante.

Aunque la situación personal en la que se encuentra John y la sociedad que lo rodea, afectada por un misterioso virus, dan lugar a una película oscura, hay algo que nos asegura que hay luz al final del túnel. A través de encuentros pequeños pero significativos —con el perro de su novia (con quien comparte la sensación de pérdida), con una interesante niña que sueña con participar en La Voz, y con un curandero misterioso y reflexivo— John aprende a vivir otra vez. Además de la historia que narra la película, la directora consigue transportarnos al mundo privado del protagonista a través de su meticulosa observación de esta transformación y de la muy necesaria redención de John. A nivel visual, Love Dog llena un vacío que va de un abismo a un refugio.

Love Dog ha sido producida por Love Dogs (Polonia) y Cárcava Cine (México), en coproducción con Manosanta Studios (México) y Film Exchange (México). Lights On gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del italiano)

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