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CANNES 2022 Quincena de los Realizadores

Crítica: Memorias de París

por 

- CANNES 2022: Alice Winocour se zambulle en lo que viene después de un atentado terrorista en París y en sus "diamantes" ocultos

Crítica: Memorias de París
Virginie Efira y Benoît Magimel en Memorias de París

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]
, que entró en la Quincena de los Realizadores del 75º Festival de Cannes, le han asignado un título en inglés (Paris Memories) que parece el nombre de un perfume sofisticado, y lo mismo podría decirse del título original en francés, Memorias de París (a grandes rasgos, “Revisualizar París”). Verbalmente, ambos son apropiados para describir este libre pero agradable informe de una París traumatizada por el terrorismo, inspirada, pero sin referencias directas, en el atentado a la sala Bataclan en 2015, donde el hermano de la directora Alice Winocour estuvo presente y logró sobrevivir.

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En cuanto al propio París y a sus escenarios, nos invitan a una apertura visual optando por esa maravillosa representación de la Ciudad de la Luz, probada y perfeccionada por directores como Truffaut o Vincente Minnelli, pero que también son bastante fieles a la realidad, como podrán afirmar sus más de 30 millones de visitantes al año, de los cuales algunos deciden convertirla en su hogar. París es lo que es, así de simple, hasta que deja de serlo. Esa es la situación a la que Mia (Virginie Efira, con una presencia agradable y menor) se ve arrastrada cuando visita un bistró, para luego darse cuenta de que tanto ella como los otros clientes son objetivos de un meticuloso asesino con una ametralladora cargada. Los hechos del atentado, que aparecen en una selección de imágenes y sonidos, bien editados y luego un fundido a negro, son tan confusos para el espectador como para Mia. Al menos, ella sobrevive de una pieza. En cuanto a la mente, aquí es donde tanto los recuerdos como la revisualización se pierden, ya que algunos hechos ahora son tan blancos como negros. Mia, impulsada hacia un nuevo mundo y hacia un nuevo París, intenta encontrar las piezas perdidas del puzzle, mediante en encuentros con otros supervivientes y con familiares de las víctimas que no sobrevivieron. Entre ellos, una joven camarera que trabajaba ese día, un bróker al que le hicieron una fiesta sorpresa de cumpleaños, y un misterioso ser humano, de quien ella solo recuerda sus manos sosteniendo las suyas aquel día: muchos de ellos o todos son personas a las que Mia nunca hubiera conocido en circunstancias normales, pero por fortuna lo hizo, ese día y en las horas posteriores.  

Mientras el viaje de Mia está muy bien documentado a través de programas de procesamiento del trauma –es presentada a grupos tanto en redes sociales como en la vida real--, también se aventura en un terreno poético, ya que ve a las otras víctimas en destellos fantasmales. Probablemente, el mejor verso de la poesía parece venir de la gestión real del trauma, que es como un “diamante” del que uno puede extraer una experiencia: la alegría, si se quiere, de volver a la vida. Esta experiencia, así como la agradable hormona de la oxitocina que Mia sintió al ver que sostenían sus manos aquel día, debería ser una buena razón para un regreso, tanto a la vida como a esa cita tan maravillosamente cinematográfica como realista: “Siempre nos quedará París”.

Memorias de París ha sido producida por las compañías francesas Dharamsala y Darius Films, y coproducida por Pathé (que también gestiona las ventas internacionales).

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(Traducción del inglés)

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