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CANNES 2022 Quincena de los Realizadores

Crítica: Scarlet

por 

- CANNES 2022: El italiano Pietro Marcello amasa y cincela un material proteiforme que mezcla el realismo y el cuento, el espesor de los destinos y el fulgor imaginativo del mundo

Crítica: Scarlet
Juliette Jouan en Scarlet

“Los aventureros van, vienen, olvidan. Es el privilegio de los aventureros”. Esta frase sacada de la ambiciosa red tejida por Scarlet [+lee también:
tráiler
entrevista: Pietro Marcello
ficha de la película
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, la nueva película de Pietro Marcello (que abre hoy la Quincena de los Realizadores del 75º Festival de Cannes), se adapta como un guante al poético buscador de la alquimia cinematográfica que es el director italiano. Esta vez, acepta el desafío de esculpir una obra de ficción en lengua francesa a partir de la adaptación de un cuento ruso (Velas rojas, de Alexandre Grin).  

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¿El resultado? Un retrato de una gran riqueza sobre el poder de la imaginación, referente a lo humano, lo social, al amor, a la artesanía del arte, a la emancipación femenina, al tiempo y a sus heridas, a las esperanzas de escapar de un destino condenando a la eterna repetición, a las balas de los cazadores y a la caída de los Ícaros, pero también a un añadido de hallazgos múltiples y proteiformes de los cuales no siempre se está orgulloso. Pues así es la vida de los que rezan por la suerte: “Juegas, ganas. Juegas, pierdes”. Pietro Marcello, que compone su propia partitura y afina un viejo piano en ruinas tomado de los clásicos, abre la puerta al vasto mundo haciendo realidad los sueños de papel con una película que navega en equilibrio entre el choque y el milagro.

La vida es dura y cruel para Raphaël (el sombrío y silencioso Raphaël Thierry), superviviente marcado por la Primera Guerra Mundial. En su ausencia, su mujer murió y dejó un bebé a los atentos cuidados de la viuda Adeline (la excelente Noémie Lvovsky), que acoge al soldado perdido a cambio de su trabajo en un caserío empobrecido. En el pueblo, la mirada de los habitantes pesa sobre el recién llegado (“deberías haberte muerto en la guerra”), pues en el aire flotan un cruel secreto y un olor a maldad. Pero Raphaël, que trabaja la madera, tiene “oro en las manos” y la gran ciudad (reflejo de un mundo que se transforma a gran velocidad en el periodo de entreguerras) le ofrece la oportunidad de vender juguetes. Durante este tiempo, Juliette, su hija, crece hasta convertirse en una bella joven (Juliette Jouan), aprendiz de artista y aspirante a la magia de un lugar lejano que la llevará hacia las velas rojas. Un día, un avión (pilotado por Louis Garrel) se ve obligado a efectuar un aterrizaje forzoso en los alrededores…

Scarlet, que va desde una primera parte interesante, social y psicológica (que nos recuerda a El árbol de los zuecos, Ermanno Olmi) alimentada por algunas secuencias de archivo coloreadas (un trabajo extraordinario y poderosamente sugerente), a un avance sucesivo en el tiempo que cada vez inyecta más componentes relevantes del cuento con un deslizamiento del personaje principal del padre hacia su hija, se revela como un fascinante teatro de marionetas, que esconde mucha profundidad bajo la superficie de sus figuras arquetípicas. Sin embargo, la mezcla de capas (hasta de canciones al estilo de Jacques Demy) deja pasar algunas notas falsas (la mala interpretación de la bruja del bosque) y, a menudo, la pátina de artificialidad crea una obra más extraña que exitosa. Pero no importa porque al mando está un verdadero artista artesano, singular y rebelde, dotado de una fuerte personalidad cinematográfica y con mucho que decir.

Scarlet ha sido producida por CG Cinéma y Avventurosa, y coproducida por Arte France Cinéma, Rai Cinema y Match Factory Productions. Orange Studio gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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