07/09/2021 - VENECIA 2021: El primer largometraje de Gabor Fabricius es un relato pesadillesco de opresión, ambientado en un régimen que no duda en aniquilar cualquier rastro de individualidad

La ópera prima de Gabor Fabricius, Erasing Frank [+lee también:
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ficha de la película], es una historia de "psiquiatría política". La película, proyectada este año en la Semana Internacional de la Crítica del Festival de Cine de Venecia, sigue a un joven cantante de punk llamado Robert Frank (interpretado por Benjamin Fuchs), enfadado con el estado y aterrado ante la perspectiva de vivir en un país sin futuro. Tras ser arrestado por la policía por interpretar canciones con carga política, es trasladado a una clínica psiquiátrica. Allí, disfruta de un grado de libertad relativamente alto. Puede salir cuando quiera, pero esta libertad de movimiento no impide que el régimen siga presionándolo, provocando su inexorable descenso al abismo.

El largometraje, filmado íntegramente en blanco y negro por el talentoso Tamas Dobos (Natural Light [+lee también:
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ficha de la película]), parece estar ambientado en 1983, o eso es lo que afirma Frank, pero lo cierto es que la ausencia de color, el sobrio diseño de producción y las imágenes granuladas contribuyen a construir una especie de dimensión atemporal, donde hay poco espacio para tonalidades o colores, y todo parece reducirse a lo que está permitido y lo que no.

Como era de esperar, toda la narrativa está impulsada por un claro sentimiento de opresión y desesperanza. Esto se refleja no solo a través de una sólida puesta en escena y unas localizaciones asépticas, sino también a través de las conversaciones que Frank mantiene con cualquiera que represente a la autoridad del Estado y su máquina de propaganda. Da la sensación de que el artista se limita a hablar contra una pared, y a pesar de la ausencia de barrotes y camisas de fuerza (al menos durante un tiempo), esto parece suficiente para perturbar la salud mental de Frank. En este caso, la mera existencia del statu quo y la presencia de las masas “anestesiadas”, susceptibles de ser explotadas, actúan como un detonante que lo empuja a la locura.

La aniquilación adopta la forma del borrado de identidad de un rebelde, y este es el proceso principal que podemos observar en la película de Fabricius. En esta batalla perdida, Frank solo encuentra un aliado: una niña llamada Hanna (Kincsö Blénesi), posiblemente el personaje secundario más interesante de la película junto con Erös (un inquietante István Lénárt), un viejo intelectual cercano a la ideología del Partido, que intenta convencer a Frank de que deje de “corromper a la juventud”. Sus conversaciones, más o menos lúcidas, están llenas de silencios angustiosos. Su tono de voz tranquilo, pero cansado, así como su cuerpo anciano y enfermo, encarnan la metáfora de un poder absoluto que apenas puede mantenerse en pie. Una criatura monstruosa que continúa devorando la rebeldía, el progreso y todo lo que pueda modificar el orden actual de las cosas.

En resumen, Erasing Frank es un trabajo notable y, a pesar de las caídas de ritmo en la primera mitad de la película, logra crear una atmósfera surrealista e inquietante. El debut de Fabricius termina con un final ambiguo, donde la música punk vuelve a ser la protagonista.

Erasing Frank es una producción del propio director junto a Tamas Barna para la húngara Otherside Stories. La francesa Totem Films se encarga de las ventas internacionales.

(Traducción del inglés)