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CANNES 2021 Competición

Crítica: Benedetta

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- CANNES 2021: Religión, poder, manipulación, milagros y estigmas (verdaderos o falsos) figuran en el exquisito, ambiguo e inteligente menú repleto de humor negro del estupendo film de Paul Verhoeven

Crítica: Benedetta
Virginie Efira en Benedetta

“Este convento no ha dejado de ampliar el horizonte de lo posible”. Paul Verhoeven, que adora poner su inmenso talento cinematográfico entre el paraíso y el infierno, en la frontera opaca entre mentira y verdad, primer y segundo grado, espectáculo y reflexión profunda, disfruta con su nueva película, Benedetta [+lee también:
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ficha de la película
]
, estrenada en competición en el 74º Festival de Cannes, donde era muy esperada debido a su atrevida temática: la adaptación (por el director y David Birke) del libro de Judith C. Brown, Sœur Benedetta, entre sainte et lesbienne.

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Más de 35 años han pasado desde la última incursión del cineasta varios siglos atrás (en 1501 con Los señores del acero, y la peste ya merodeaba). Ahora, un maestro consumado del séptimo arte como el “Holandés errante” desembarca en la Toscana, en el siglo XVII, en el monasterio de Teatinos, en Pescia, en la vida de Benedetta, una niña ofrecida a Dios por su adinerada familia (pero negociada con firmeza por la abadesa, interpretada por Charlotte Rampling). Muy piadosa y profundamente convencida del poder “mágico” de la fe, la recién llegada causa sensación debido a la inexplicable caída de una estatua de la Virgen mientras reza. Pero como le dice su superiora: “los milagros no valen el aburrimiento que causan”. Ella no está de acuerdo…  

Dieciocho años más tarde, Benedetta (Virginie Efira, que irradia en el papel) entra en una nueva dimensión, la asaltan visiones místicas (“He visto a Jesús. Vino a mí. Yo soy su esposa, ¿no?”) y sensaciones de atracción irresistible por Bartolomea (Daphné Patakia), una chica muy despierta, que sufrió violencia incestuosa, de clase popular y que ha sido acogida en el monasterio. Entre dudas (“¿Cómo puedo distinguir entre verdadero y falso?”), sufrimientos y trances extáticos, Benedetta reproduce pronto, a la vista de todos, los estigmas de Cristo y empieza a profetizar, iniciando en secreto un vínculo tórrido (“¡Dios mío! ¡Jesús!”) con Bartolomea. El preboste (Olivier Rabourdin), seducido por la perspectiva de la afluencia de peregrinos, da plenos poderes a Benedetta, pero un cometa hace enrojecer el cielo, una religiosa (Louise Chevillotte) se suicida, la peste se acerca peligrosamente, y el nuncio (Lambert Wilson) llega de Florencia para juzgar a Benedetta, “acusada de blasfemia, herejía y bestialidad…”.  

“Acusaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias”. Una película con una temática tan sorprendente exigía un trabajo de orfebre para mostrar todas las capas de un relato que deja a La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, a la altura de una amable relectura apócrifa. El derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo y a ocupar puestos de poder dominantes es una parte fundamental del mensaje que Paul Verhoeven divulga a su manera insolente, divertida y muy bien puesta en escena (sin ostentación, excepto por las secuencias de visiones místicas, voluntariamente aplazadas). En cuanto al aspecto estrictamente religioso de la historia, la veracidad o no de las percepciones lúcidas de Benedetta y de su grado de manipulación (consciente o inconsciente), el habilidoso cineasta evita pronunciarse, dejando al espectador libertad de interpretación y demostrando un buen dominio de los recursos de su personalidad única (y fuera de lo común) de cineasta apasionado, a quien no le interesa conformar a todos, pero que tampoco deja a nadie indiferente.

Benedetta ha sido producida por SBS Films y Pathé (que también gestiona las ventas internacionales) y coproducida por France 2 Cinéma, France 3 Cinéma, Topkapi Films y Belga Productions.

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(Traducción del francés)

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