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GIJÓN 2020

Crítica: Subterranean

por 

- Recreando sucesos reales, este “rockumental” de Gabriel Velázquez y Manuel Matanza retrata la aventura americana de dos personajes alucinantes que caminan por el lado más salvaje de la vida

Crítica: Subterranean

En 1982, Fernando Trueba estrenó Mientras el cuerpo aguante, un documental centrado en la figura inigualable e irrepetible del cantautor y filósofo Chicho Sánchez Ferlosio, al tiempo que hacía una radiografía a la realidad coyuntural de la España postfranquista. Casi cuarenta años después, Gabriel Velázquez y Manuel Matanza utilizan parecida fórmula para retratar (ahora con cámaras digitales y manejables) a dos personajes que también son ejemplos del momento que nos toca vivir: Pablo Crespo y Marieta V. Salvi, protagonistas de Subterranean, película que se ha presentado en la Selección Oficial Albar de la 58º edición del Festival Internacional de Cine de Gijón, este año en formato solo digital.

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Los directores han “ficcionado” un hecho verídico en este film que sigue a dos músicos ya entrados en la cuarentena –pero de indudable espíritu juvenil– que, un buen día, decidieron dejar sus bien pagados trabajos de oficina en España para hacer las maletas y viajar hasta Los Ángeles, donde desarrollar sus carreras musicales formando el dúo L.A.Drones! (previamente se hacían llamar Líneas Albiés). Arriesgaron todo por un sueño. Y allí –tras intentarlo antes en Ciudad de México– se toparon con numerosos problemas, pero también con un universo fascinante y alternativo en el que se sintieron fascinados y cómodos, en su hábitat natural.

Subterranean baja pues al cosmos underground de la ciudad californiana donde convergen tantas ilusiones, a sus oscuros y atestados clubs, y ofrece una crónica sincera de lo que bulle en sus cuevas. Por allí desfilan artistas y performers de todo pelaje, origen, raza y condición que, como los protagonistas de este largometraje, dan rienda suelta a sus pasiones y excentricidades: ahí está Randi, fan incondicional del dúo de los sintetizadores; la música finesa Gunher; la canadiense Panthar; los cabareteros The Combat; el pintor valenciano “El chivo”; el guitarrista anfetamínico Fred “Spud”; la ex actriz porno Karen; y el mecenas Dare. Además, los directores, recreando hechos verídicos, retratan la especial relación de esta pareja –siempre acompañados de un perro/hijo adoptado, que bebe cerveza y responde por Rufus– que no para de discutir pero se ama locamente, mientras uno le da alegremente a la droga y la otra, al alcohol.

Con un salto temporal pretérito a la Salamanca de donde proceden, cuando uno de ellos, jovencito, coqueteaba con el punk, la película –modesta e independiente hasta la médula– no se mueve por los circuitos habituales –como demostró Velázquez en su anterior Zaniki [+lee también:
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, que también pasó por el certamen asturiano hace dos años–, sino que apuesta por la cámara en mano que se adhiere como un ceñido jeans a sus antihéroes, unos trotamundos ilusionados –siempre a punto de tirarlo todo por la borda– que dejaron atrás un cómodo status social para convertirse en inmigrantes ilegales en Estados Unidos mientras esperan alcanzar su deseo de trascender… mientras el cuerpo les aguante.

Subterranean, con guion de Velázquez, Matanza y Carlos Unamuno, es un film de Escorado Producción.

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