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TESALÓNICA 2020

Crítica: Death On The Streets

por 

- La película de Johan Carlsen cuenta la historia de un joven desesperado que se las ve y se las desea para proporcionar lo que su familia necesita

Crítica: Death On The Streets

Uno de los títulos que se presentaron en la edición de este año del Festival Internacional de Cine de Tesalónica fuera de competición fue el drama de Johan Carlsen, Death on the Streets, que sucede a su primera película, Headlock, estrenada en 2011. El director escribió la historia junto a Micah Magee (que aquí también actúa como productor), la cual sigue las desgracias de Kurt (interpretado por Zack Mulligan), un granjero moderno de Illinois que acaba en el paro y lucha por sacar adelante a su familia formada por dos hijos y una mujer bondadosa (Katie Folger). Desde el principio, Kurt se muestra como un hombre altivo, testarudo y abatido. Los que le rodean, incluidos sus amigos y su familia, parecen preocupados y están más o menos dispuestos a ayudarlo de verdad. Sin embargo, a Kurt le puede su sentido de la responsabilidad y rechaza cualquier tipo de ayuda.

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En el telón de fondo nos encontramos ante la América profunda, ante una madre fervientemente religiosa y ante una comunidad bastante tradicional que celebra el 4 de julio haciendo barbacoas. Nada ni nadie puede consolar a Kurt, que finalmente decide marcharse del pueblo, vivir a la intemperie y hacerse albañil para subsistir. Incluso en su nuevo lugar de residencia podría venirle bien algo de ayuda, pero el hombre no da su brazo a torcer y trata de convencer a los demás (y sobre todo a sí mismo) de que pronto podrá “levantar cabeza”.

El drama de Carlsen evoca a la película reciente de Ken Loach, Sorry We Missed You [+lee también:
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, cuya trama gira en torno a una familia de Newcastle que está asfixiada por las deudas y que lucha por poner un plato de comida sobre la mesa todos los días. No obstante, mientras que Loach consiguió que la historia estuviera cargada de tensión al ahondar en la compleja dinámica de esta familia disfuncional azotada por los años posteriores a la Gran Recesión y al representar la involución del protagonista, el protagonista de Death on the Streets es mucho más plano y predecible, y acaba la película sin haber cambiado ni lo más mínimo (ni sus sentimientos, ni sus reacciones, ni su enfoque de la vida). Como Kurt es un hombre convincentemente apático y firme, los espectadores apenas pueden disfrutar al conocerlo, a pesar de la buena actuación de Mulligan. En este mismo sentido, el ritmo lento casi contemplativo de la narración puede hacer que, incluso, los espectadores se desalienten y desconecten de la película.

En un tono más positivo, la cinematografía está elaborada sin florituras y hace que reluzcan los paisajes rurales bañados por el sol. Dichas escenas contrastan con el entorno nebuloso, tormentoso y plagado de casas del nuevo destino de Kurt. Este estilo visual también es propio de las películas de realismo social. Cabe destacar que la película de vez en cuando trata de ser cómica mediante situaciones que se han incluido en el guion para animar la película (el amigo extraño de Kurt y la escena donde se interpreta el himno nacional en el Día de la Independencia son ejemplos de ello). No obstante, dichas escenas no consiguen animar la película y resultan ser digresiones ineficaces del camino narrativo principal. El carácter rígido del protagonista es el principal defecto de la obra de Carlsen, que podría haber aprovechado el tema oportuno del sueño americano roto y haberlo desarrollado de una manera más interesante y profunda.

Makrorama (Alemania) y Haris Raftogiannis (Grecia) produjeron Death on the Streets. Makrorama también gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del inglés por Patricia Caravaca Blasco)

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