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BERLINALE 2020 Berlinale Special

Crítica: Golda Maria

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- BERLINALE 2020: El documental de Patrick y Hugo Sobelman ofrece un testimonio de un valor humano y histórico inestimable sobre una mujer de un destino dramático excepcional

Crítica: Golda Maria

Una abuela de 84 años se sienta en su salón parisino frente a la cámara amateur de su nieto, Patrick Sobelman. El 29 de octubre de 1994 y durante tres días, esta mujer va a contar su vida, narrando sus recuerdos conforme le vienen a la mente, llegando al fondo de su memoria de manera más o menos precisa, guiada por su interlocutor, que pretende guardar un recuerdo familiar de una existencia extraordinaria, desde su Polonia natal a su juventud en Berlín, de la Francia ocupada a los campos de Auschwitz-Birkenau y de Bergen-Belsen, hasta su vuelta a la vida “normal” en la capital francesa. Una saga dramática tan cautivadora como sorprendente que el cineasta de entonces (convertido en productor veterano) ha decidido transformar 25 años después en un largometraje documental codirigido junto a su hijo, Hugo Sobelman, y estrenado en la sesión especial de la 70ª Berlinale , Golda Maria [+lee también:
tráiler
entrevista: Patrick Sobelman y Hugo So…
ficha de la película
]
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“El cerebro está abierto”. Desde su nacimiento en 1910 en Kalisz, en el oeste de Polonia, la menor de seis hermanos, apodada por su padre “el ruiseñor”, recuerda algunos episodios de su juventud: Dantzig y el viaje en barco hacia Alemania, la adolescencia en Berlín, el primer viaje a París para la exposición colonial de 1931, las primeras amenazas nazis contra los judíos en 1933, el exilio y el hambre en la capital francesa junto a una parte de su familia (otros parten hacia Palestina), el matrimonio con el viudo Pierre y la felicidad de dar a luz a Simone y Robert. Después, vuelven las sombras con el censo de los judíos parisinos en 1941, una vida nómada entre Marsella, Aurillac, La Bourboule y Aix-les-Bains, antes de ser arrestada por los alemanes en la primavera de 1944 mientras intentaba entrar en Suiza de forma clandestina (donde se encontraban la pequeña Simone y su padre). Golda es deportada (pasando por Drancy) a Auschwitz-Birkenau, donde se separa de su hijo Robert (“Mamá, ¿a dónde vas?”) y su suegra. Así empieza el aterrador relato de su supervivencia (y un nuevo apodo: “la jueza de paz”), que continúa en Bergen Belsen (“caminábamos sobre cadáveres”, “éramos bestias”), después en Checoslovaquia hasta la liberación de Terezín en abril de 1945, su interminable regreso a París (Golda pesaba entonces 38 kilos) y el reencuentro con una familia a la que no contará nada (“era imposible, no nos hubiesen creído, ni nosotros mismos queríamos creerlo”).

La película, que utiliza muy bien las fotografías (sobre todo familiares) para ilustrar el relato de Golda grabado en plano fijo, con su penetrante simplicidad, es un testimonio sorprendente, que desencadena emociones sin dejar de ser púdica. Esta mujer inteligente y digna, que sabe callar sin esconder su dolor más profundo, transmite mucha ternura y comparte su amor por el mosaico de su familia mientras se la presenta al espectador. El conjunto es un edificante capítulo de historia a escala individual y un magnífico homenaje; pero la principal fortaleza de la película es la espontaneidad de la memoria, que hace renacer episodios del pasado que pueden parecer casi anecdóticos en el destino de Golda, pero que destacan por su dimensión tan humana: un trozo de pan, una multitud de paraguas en un andén, una palabra salvadora… Golda Maria, humilde y heroína del siglo XX, falleció en diciembre de 2010, a la edad de 102 años.

Golda Maria ha sido producida por GoGoGo Films y Agat Films. mk2 Films gestiona las ventas internacionales.

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(Traducción del francés)

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