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SEVILLA 2019

Crítica: Arima

por 

- Jaione Camborda debuta en el largometraje con una historia de mujeres en la que lo real y lo imaginado se confunden y se funden, dando lugar a una nueva dimensión a la vez cálida y desasosegante

Crítica: Arima
Nagore Arias y Melania Cruz en Arima

La sección Las Nuevas Olas del 16° Festival de Cine Europeo de Sevilla acoge el estreno en Europa de Arima [+lee también:
tráiler
entrevista: Jaione Camborda
ficha de la película
]
, el primer largometraje firmado por la realizadora vasca afincada en Galicia Jaione Camborda. La cinta empieza con un breve prólogo en el que vemos un ojo humano en primerísimo primer plano. Observamos con atención ese órgano que nos devuelve la mirada y que se transforma poco a poco en algo más abstracto, algo así como la superficie de un territorio inexplorado y misterioso.

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Tras esta breve introducción, nos encontramos ya con los personajes principales, todos ellos mujeres. El cuerpo desnudo de una de ellas (Iria Parada), que sirve de modelo en una clase de pintura, es observado con atención tanto por la cámara como por los dibujantes que lo utilizan como guía. Entre ellos otra de nuestras protagonistas, una madre joven (Rosa Puga Davila) que asiste a la sesión artística con su hija pequeña (Nagore Arias). La maestra a cargo de la clase (Melania Cruz) y la madre de esta (Mabel Rivera), que aparecerá un poco más avanzado el metraje, son los cinco ejes femeninos sobre los que pivota la película. El escenario en el que la relación entre los personajes se desarrolla es un pequeño pueblo gallego, un lugar húmedo y nebuloso, en el que la piedra de las casas y los muros parece incrustarse de modo natural en el verde de la montaña sobre la que se erigen. El otro elemento principal de la historia es un misterioso cazador (Tito Asorey) que aparece en el pueblo persiguiendo a un hombre que, según asegura, es muy peligroso.

La descripción de la relación de un grupo de mujeres en un entorno rural cerrado, que la cámara de Camborda observa con atención y sosiego, es la primera de las capas de este trabajo. A través de lo que estas mujeres hacen y dicen pero, sobre todo, gracias a lo que se nos oculta, la película logra construir una nueva dimensión. Esto nos inquieta y nos obliga a mantener la atención mientras intentamos vislumbrar lo que asoma tras un umbral que es apenas una rendija. A través de la mirada de la niña, desprejuiciada e inocente, entramos en contacto con otros elementos que llevan a una cinta de apariencia realista a recorrer caminos más próximos al cuento sobrenatural. Nos adentramos así en una dimensión en la que pasado y presente se confunden y la fuerza de sentimientos como el deseo, la desconfianza, el miedo o el amor se hace palpable.

La capacidad de Camborda para crear con elementos reconocibles una realidad novedosa, tan desconcertante como atrayente, es asombrosa. Lo consigue sobre todo por su habilidad para captar los detalles que se esconden tras las miradas de sus personajes y los movimientos de sus cuerpos. Pero también por su sensibilidad a la hora de retratar un lugar particular, en el que las huellas del pasado y la belleza abrumadora de la naturaleza, sirven a la cineasta para crear imágenes poderosas y densas en las que lo invisible, lo que el ojo humano que abre la película es incapaz de ver, se hace corpóreo.

Arima es una producción de Esnatu Zinema cuyas ventas internacionales corren a cargo de The Open Reel.

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