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JIHLAVA 2019

Crítica: FREM

por 

- El documental de la directora eslovaca Viera Čákanyová, rodado en la Antártida, va más allá del pensamiento antropocéntrico para ofrecer una imagen deshumanizada del mundo

Crítica: FREM

En el año 2019, la crisis climática se ha convertido en una realidad cada vez más cercana, mientras que la inteligencia artificial empieza a desempeñar un papel crucial para la vida en el planeta Tierra. Los humanos, que hemos sido el centro de nuestro mundo durante más de cinco siglos, nos vemos gradualmente apartados mientras surgen preguntas más pertinentes: ¿cómo evitar una catástrofe que cambiará permanentemente el clima de la Tierra, aniquilando a innumerables seres vivos? Al mismo tiempo, nos damos cuenta de lo insignificantes que somos en realidad, en comparación con los cambios que han estado ocurriendo en el planeta durante cuatro mil quinientos millones de años. Siempre hemos pensado en nosotros mismos como los protagonistas y los amos de la vida en la Tierra, pero la historia del planeta se remonta mucho más allá del comienzo de nuestra existencia. ¿Somos realmente los amos de nuestras propias vidas? ¿O tal vez vivimos cada vez más conectados a una tecnología que regula nuestra existencia más de lo que creemos?

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Estas son algunas de las preguntas que plantea FREM [+lee también:
tráiler
entrevista: Viera Čakányová
ficha de la película
]
, el documental de Viera Čákanyová presentado en las secciones First Lights y Czech Joy del 23° Festival Internacional de Cine Documental de Ji.hlava. La cinta tan solo dedica unos minutos a retratar la vida cotidiana de los seres humanos, antes de presentar una serie de interferencias visuales y sonoras que afectan incluso a los subtítulos. A continuación el documental nos traslada hasta la Antártida, un lugar donde parece improbable encontrar vida humana. La intención de la obra es clara: presentar una visión deshumanizada (tal vez la mirada de una inteligencia artificial), donde las reglas tradicionales del lenguaje audiovisual, como los primeros planos y los ángulos frontales, dejan de tener sentido al prescindir de una cosmovisión antropocéntrica. La disolución de los subtítulos parece indicar que esta deshumanización no se produce simplemente a nivel narrativo, sino también en el nivel meta-textual, la dimensión de la película como producto en sí mismo.

La Antártida parece un lugar solitario para un ser humano, pero no para una inteligencia artificial. El paisaje presenta numerosos estímulos: las interminables extensiones de nieve y hielo, los patrones de movimiento del mar, las rocas, las focas que permanecen inmóviles hasta que deciden deslizarse bajo la superficie del océano o los pingüinos que adoptan un lenguaje corporal similar al de los humanos. Hay agujeros en el hielo que parecen conducir a otro lugar, pero a falta de referencias humanas es difícil establecer las proporciones del paisaje. Finalmente, vemos a un hombre arrastrándose desnudo fuera del agua. Sin embargo, la cámara no le presta atención. La figura humana resulta insignificante en comparación con el paisaje.

Como es evidente, una película realizada por un humano nunca puede tener un punto de vista completamente deshumanizado. Al fin y al cabo, el cine es un concepto de nuestra especie. Aún así, la película de Viera Čákanyová ofrece un experimento enigmático, planteando algunas preguntas y temas interesantes. Por encima de todo, la cinta reflexiona sobre lo que significa abandonar nuestro marco de referencia.

El documental es una producción de la checa Hypermarket Film y la eslovaca Punkchart Films.

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(Traducción del inglés)

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