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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Crítica: Sin fin

por 

- Los hermanos Alenda dan el salto del corto al largometraje con esta historia de amor y viajes en el tiempo, que llegará ahora por primera vez a las pantallas fuera de España

Crítica: Sin fin
Javier Rey y María León en Sin fin

Los hermanos César y José Esteban Alenda pertenecen a una familia muy vinculada al cine: su padre, José Esteban Alenda, es un veterano e importante productor y distribuidor español (estuvo detrás de varios films de José Luis Garci, por ejemplo). Los hijos, hasta la fecha, habían destacado por sus numerosas, exitosas y premiadas incursiones en el campo del cortometraje, donde obtuvieron aplausos por títulos como El orden de las cosas, Matar a un niño y Not the End. Precisamente en este último corto se han basado para levantar -escribiendo, dirigiendo y repitiendo reparto- su primera película, Sin fin [+lee también:
tráiler
ficha de la película
]
, protagonizada por María León y Javier Rey (premio al mejor actor en el último festival de Málaga), y con la que fueron nominados al Goya que concede la Academia de Cine Español a la mejor dirección novel de 2018.

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El film empieza como Terminator, con un viaje en el tiempo, y termina en una playa gaditana. En medio, los flash-backs saltan del presente al recuerdo, pues el protagonista desea recuperar al amor de su vida. Para ello intenta revivir algo que tal vez ya no sea posible experimentar, pues la sorpresa, la novedad, la confianza ciega y la ingenuidad que alimentaban aquel fuego primigenio se han marchitado, en gran parte por su culpa. Por eso, el film deja un poso amargo que la distancia de la película romántica al uso, para hacer reflexionar al espectador sobre las oportunidades perdidas.

Gran parte del conflicto que viven sus protagonistas se apoya en la diferencia de personalidad que cada uno exhibe, alejadas como los polos del planeta Tierra: mientras María es chispeante, extrovertida y alegre, Javier es un bicho raro, un científico en ciernes, silencioso, tímido y retraído. Pero esa divergencia hace que se atraigan poderosamente, por lo menos eso les pasó la primera vez que se vieron a bordo de un autobús… pero ¿se puede volver a sentir aquel primer fogonazo?

Eso plantean los hermanos Alenda en una película apoyada en los rostros de sus dos actores principales, debidamente caracterizados con o sin barba, con pelo corto o melena larga según la acción transcurra en el pasado feliz o en la mortecina contemporaneidad. La banda sonora, en exceso omnipresente, a cargo de Sergio de la Puente, subraya el tono melancólico de la historia. Y unos diálogos a dos que no llegan a la altura de los de Antes del amanecer, de Richard Linklater, film con el que puede emparentarse ligeramente, intentan transmitir la complejidad, los sinsabores y lo extraordinario de la formación de una relación sentimental.

Con algo también de road movie, Sin fin –siempre caminando sobre la cuerda floja de un romanticismo a punto de abismarse hacia lo risible, empalagoso y cursi– consigue salir airosa con un final inesperado, sutil y contundente, más apegado a tierra de lo que el resto del metraje hacía presagiar.

Sin fin es una producción de Solita Films, Producciones Transatlánticas y Elamedia Studios, que distribuyó Filmax en España el pasado octubre y que llegará ahora por primera vez a las pantallas fuera del país, en concreto a Grecia el 14 de febrero, día de San Valentín, de la mano de Weird Wave.

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