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CANNES 2017 Un Certain Regard

Barbara: la cantante, la actriz y el director

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- CANNES 2017: El film, proyectado en Cannes como apertura de la sección Un Certain Regard, confirma el talento de Mathieu Amalric para la narración-palimpsesto

Barbara: la cantante, la actriz y el director
Jeanne Balibar en Barbara

Ya nos hemos acostumbrado a ver a Mathieu Amalric en la piel de un realizador, no solo en las películas de su compañero Arnaud Desplechin (pues el héroe de Les Fantômes d’Ismaël [+lee también:
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, la cinta inaugural del 70º Festival de Cannes, es un cineasta atrapado por los espectros de su pasado), sino también al otro lado de la cámara. Además, en Barbara [+lee también:
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, su sexto largometraje, que ha inaugurado la sección Un Certain Regard, Amalric superpone ambos roles: el de cineasta en la pantalla y el de gran arquitecto de un film en el que se dirige a sí mismo. Este hábil juego de superposición es por otra parte el principal dispositivo de su cine. Por ejemplo, en su anterior título presentado en Cannes La Chambre bleue [+lee también:
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, el realizador alternaba entre la narración judicial de un supuesto doble crimen pasional y el recorrido, también en el presente —o en un pasado reconstruido—, por los hechos que desencadenaron el proceso. En Barbara, que lleva el nombre de la célebre compositora e intérprete de muchos clásicos de la canción francesa —descritos por ella misma, a través de la actriz que la encarna, como un esfuerzo por “vencer a las lágrimas”—, Amalric superpone esta fascinante figura femenina vestida de negro con la de la actriz en cuestión, y la del cineasta que le dedica un biopic con la suya propia.

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De este modo, nos brinda un retrato sorprendentemente auténtico y fiel de la mítica cantante, quizás todavía más que si no hubiera usado para retratarla el prisma de su fervor subyugado —o al menos el del director que él interpreta— por la cantante de ojos negros y de boca contorsionada en una mueca de emoción, cuyos gestos y palabras son reinterpretados por una actriz llamada Brigitte, encarnada a su vez con suma perfección por una Jeanne Balibar que parece estar destinada para este papel, y a la inversa, idea que queda explicitada en los créditos iniciales —con colores de neón vodevilesco—, que funden los nombres de Balibar y Barbara en uno solo. 

La película es en efecto una inmersión vertiginosa en la vida de Barbara, diva absoluta, artista en cuerpo y alma, así como en el universo de un equipo de rodaje que se dedica por entero a rendir homenaje a la estrella, que todavía conserva, veinte años después de su muerte, un ejército fiel de seguidores al borde de las lágrimas, transportados al oír su voz por la turbulenta vibración de sus emociones. Porque hablar de Barbara también es describir esa relación intensa, sin equivalente en la historia de la canción gala, y el mejor modo de hacerlo es sin duda por imitación, reproduciendo de manera idéntica en una película —es decir, mejor que en la realidad— las imágenes en las que aparece la estrella, con Brigitte copiando al milímetro todas las actitudes de la cantante, de quien tiene la cara, la presencia y el piano, ese amigo lacado de negro, apéndice ceremonial, que se materializa allí donde vayan los pasos, o más bien el pequeño convoy (el Mercedes azul conducido por Roland, su acordeonista) que sigue a la cantante “nómada”. 

Los vertiginosos juegos de desdoblamiento del film de Amalric —Barbara/Brigitte/Balibar, el personaje del cineasta, los dos Roland, el biógrafo y su intérprete... — son algo más que un simple dispositivo, son la llave de la experiencia de inmersión en la vida de Barbara y en la realización de una película: son centrales a la obra, son su objetivo, un fin plenamente auténtico por su carácter plenamente cinematográfico.

Producida por Waiting For Cinéma y Alicéléo, la cinta será distribuida en Francia y vendida internacionalmente por Gaumont

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(Traducción del francés)

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