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CANNES 2016 Competición

Rester vertical: libertad, soledad, sexualidad

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- CANNES 2016: Alain Guiraudie dirige un film en contacto con la naturaleza y lleva aún más lejos la exploración existencial del individuo que hace su cine único y reconocible

Rester vertical: libertad, soledad, sexualidad
Damien Bonnard y Laure Calamy en Rester vertical

La pastoral existencial, con una parte de crudeza y otra de ensoñación, que propone este año Alain Guiraudie en el Festival de Cannes con Rester vertical [+lee también:
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, que se proyecta en competición, lleva sin lugar a dudas su sello personal, y no solo porque las vacaciones que suelen determinar el espacio y la temporalidad de sus relatos siempre tengan por corolario una sexualidad proteiforme y liberada, casi primaria —y, en este sentido, sorprendentemente inocente, a pesar de los numerosos primeros planos de los genitales de los personajes que aparecen a lo largo del film—. 

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En aún mayor medida que en El desconocido del lago [+lee también:
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—film que fue la sensación de la sección Un Certain Regard hace tres años, dando a conocer al gran público a un cineasta con alma de hippie del suroeste—, Rester vertical entra en ruptura con la sociedad, desde sus códigos (sexuales y otros) hasta su calendario (y no solo por el tiempo de vacaciones, pues la "trama" —palabra que debemos tomar aquí en su sentido amplio de recorrido libre y espontáneo— se extiende a lo largo de, al menos, un año, sin que veamos el paso del tiempo, que parece no tener ya ninguna importancia). 

El héroe de la película, Léo (Damien Bonnard), un joven cineasta físicamente torpe que no tiene más propiedades que su coche, quiere ver un lobo para un guión en el que está trabajando —aunque lo hace sin mucha prisa, la justa para financiar su vagabundeo con los avances de su productor—. Su indefinido proyecto le lleva a las verdes praderas de las Causses, donde conoce a Marie (India Hair), una pastora con dos hijos que vive con su padre y que le invita a quedarse con ellos (aunque él sigue yendo y viniendo solo entre el sur y Brest), y se acaba quedando embarazada de él, antes de abandonarle con el crío berreón para irse a vivir a la ciudad. "Obligado" a prolongar indefinidamente su retorno a la naturaleza, Léo unirá de buen grado su soledad a la del abuelo de su hijo, un hombre rudo pero no desprovisto de deseos, y la del ogro malvado, amante de la carne fresca y de Pink Floyd, cuya casa es como el portal que da acceso al universo bucólico. 

En Rester vertical, cuyo título se refiere al primer consejo que se le da a un hombre que vaya a encontrarse con un lobo, pero que también está cargado de connotaciones sexuales, el sexo, precisamente, es tratado con mayor libertad todavía y con menos límites que en El desconocido del lago, en la que la zona de libertad de los veraneantes homosexuales estaba claramente delimitada. En este film, todos frecuentan a todos, sin distinciones de sexo, edad o lazos de parentesco, pero también sin perversidad, de manera completamente natural. El único primer plano genital que impacta (y no mucho) es en realidad la escena del nacimiento del hijo, filmada como un desgarramiento horrible que anticipa, con una transgresión de extraña delicadeza, la escena de la muerte en pleno acto que llegará a los titulares de la prensa local —un cambio de perspectiva en torno a qué es natural y qué no lo es, una de las claves del singular genio de esta película y de su fino cuestionamiento del concepto de "retorno"—.

Sin embargo, a través de estas aventuras sexuales, cuya indolencia imita la del vagabundeo espontáneo de Léo, se descubre otro motivo que corresponde a la otra faceta de la soledad de cada uno de los personajes: una cierta definición de la libertad individual, definición que es a la vez moderna (gracias a los motivos de la madre independiente, el padre soltero, la eutanasia... ) y de otro tiempo.

Las ventas internacionales del film están a cargo de Wild Bunch.

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(Traducción del francés)

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