25/01/2016 - El film de Werner Penzel, que compite por el premio del público en las Jornadas de Soleura, nos transporta fuera del espacio y del tiempo en la complejidad del presente

Werner Penzel regresa a las Jornadas de Soleura con Zen for Nothing [+lee también:
tráiler
ficha de la película] para transportarnos al corazón del pequeño monasterio zen Antaiji, donde la actriz nacida en Berna Sabine Timoteo (ganadora del premio del cine suizo a la mejor interpretación femenina por L’Amour, l’argent, l’amour, de Philip Gröning) ha decidido instalarse durante el tiempo que le lleve retomar el contacto con ese presente que parece escapársele (escapársenos) de las manos.

Durante varios meses, entre el otoño y la primavera, Werner Penzel sigue a una Sabine Timoteo a flor de piel que nos hace viajar por las montañas rusas que se desencadenan en sus propias profundidades, a caballo entre la exaltación y la resignación. Oculto entre las arboledas de las montañas occidentales de Japón (país de adopción de Peter Penzel), el pequeño monasterio zen Antaiji, dirigido por un sacerdote de origen berlinés cuando menos atípico, parece haberse transformado en un refugio para viandantes en busca de espiritualidad. En cambio, después de prestar bien atención a lo que a primera vista parece un oasis en mitad de la naturaleza, comprobamos que aquello es más bien un purgatorio en el que sus huéspedes tratan de expiar sus propias penas, incapaces de liberarse de sus automatismos consumistas, torturados en la búsqueda de algo que ni tiene forma ni nombre pero que saben que podrá salvarlos: un aquí y ahora quimérico que descubren encontrar cruelmente en la receta vendida por muchos gurús new age en las ciudades.

Capitanea este heterogéneo grupo de peregrinos la actriz y bailarina Sabine Timoteo, que ante la cámara de Peter Penzel se desnuda de su “personaje público” para convertirse simplemente en una sombra entre sombras, para ser, sencillamente. Esta doble identidad suya, la de actriz, la del personaje, por un lado, y la de la peregrina libre de existir más allá de un guion preexistente, por otro, hace del proyecto de Penzel algo especialmente interesante. Cuando, durante una ceremonia que debe animar, Sabine Timoteo toma la palabra y, después de leer un poema de Jacques Prévert (Pour faire le portrait d’un oiseaux), habla de la opresión que en un primer momento sintió en su rigidez, estructural y de comportamiento, en el monasterio, se diría que habla, de manera más general, de la propia condición del actor. Encerrado en la salvaguardia del marco de la pantalla, este existir sin “ser” constituye la imagen efímera de un relato escrito por otros.

Más allá del recuadro de la pantalla, del teleobjetivo, de la mera estructura esquemática del monasterio, del marco de sus numerosas ventanitas, ¿quién es realmente Sabine Timoteo? Quizá la respuesta se halle en lo que el ojo de Werner Petzel sugiere sin acabar de mostrar: las sombras que recorren, furtivas, los muros, los rayos de sol que calientan la piel, los pies helados que desfloran el suelo, los instantes que jamás podrán ser capturados. Entre las reflexiones sobre el ser complejas y casi abismales que surgen de la filosofía zen y las sorpresas que da la vida cotidiana, Zen for Nothing propone un retrato de una humanidad extraordinariamente contemporánea, universal en su imperfección. Una cinta que más allá de las profundidades de sus reflexiones, nos regala momentos de absoluta ligereza. Un matrimonio inesperado entre una esencia pura y una autoironía que calienta el corazón a contrapeso del hielo del invierno nipón.

Werner Penzel usa su cámara no sólo como un ojo sino también como una oreja, una nariz, una mano, un corazón, haciéndonos vivir una experiencia que realmente podríamos definir como epidérmica. Una explosión de matices complejos e imprevisibles como la vida misma.                                                                

La zuriquesa Look Now! se ocupa de la distribución de la película.

(Traducción del italiano)