22/09/2015 - SAN SEBASTIÁN 2015: Álex de la Iglesia descorcha abundante cachondeo en su divertida, grotesca y dinámica decimosegunda película con un magnífico elenco

Álex de la Iglesia es un hombre de palabra: durante el rodaje de Mi gran noche [+lee también:
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ficha de la película] amenazó con que la película iba a ser “un parque de atracciones donde el espectador iba a ser transportado a un mundo enloquecido de monstruos y payasos crueles” (leer noticia). Y lo ha cumplido, con creces. Su presentación en la capital donostiarra ha sido como el desembarco de un circo de inspiración berlanguiana, con un despliegue mediático digno de la gran estrellona que ya es el cineasta bilbaíno.

Y es que el director de Balada triste de trompeta [+lee también:
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entrevista: Álex de la Iglesia
ficha de la película] ha optado por despojarse de intensidades y bajones subterráneos para abrazar la diversión pura y dura: el espectador sale de ver Mi gran noche –que ha despertado una enorme expectación en el 63° Festival de San Sebastián tras desfilar triunfal por el 40° Festival de Toronto– con ganas de bailar, cantar, emborracharse y tener sexo: un señor subidón al que contribuyen un humor despendolado, una anfetamínica cámara enloquecida y unos espídicos números musicales, dignos de un alumno evolucionado de Valerio Lazarov.

Quizás no haya tanto que rascar debajo de esta traca audiovisual, pero ¿a quién le importa lo que pase fuera mientras uno está celebrando fin de año? Se trata de gozar, pura y llanamente, aunque, de paso, De la Iglesia ha ido dejando en la trama algunas críticas a ese país que tanto ama, llamado España: ejecutivos corruptos, huelgas violentas y ambiciones rastreras salpimientan este atracón de diversión no apto para veganos: aquí la leche entera, las kilocalorías y el champán chorrean, se paladean y empachan.

Cómo no, toca hablar de Raphael, pues su regreso al cine es uno de los ganchos de este film de Álex que más entronca con su ópera prima, Acción mutante, y con la posterior Muertos de risa, también focalizada en la televisión: el divo melódico (re)aparece bastante gracioso parodiándose a sí mismo dando vida a Alphonso, un despótico y divino padre (de Carlos Areces) que, como un Liberace español, despliega poderío y glamour. Él es la estrella veterana de un programa especial de fin de año que se rueda meses antes, donde tendrá que rivalizar con un jovenzuelo cantante de electro latino (Mario Casas) que actúa justo tras las campanadas: el momento mediático más codiciado del año nuevo.

Ya en la Tierra, en el equipo de la gente corriente, están los extras que ejercen de público de esa fiesta de cartón piedra: Pepón Nieto, Blanca Suárez y Terele Pávez. Y entre la fauna de la tele, una cloaca regida por zancadillas, se pelean Carmen Machi, Santiago Segura y Luis Callejo. Sin olvidar a los presentadores de la gala: Hugo Silva y Carolina Bang, que abren la película con un enérgico número musical. Pero, aparte de los otros dos temazos “raphaelinos” que aligeran la rebuscada y algo desnortada trama coral, es la canción Bombero, perpetrada por el personaje de Casas, un tema de Chayanne reciclado por el director y su inseparable guionista Jorge Guerricaechevarria, el que se quedará grabado en el disco duro del espectador durante días. Y es que el cineasta vasco ha sacado del armario su lado más petardo, como demuestran también los rechiflantes homenajes cinéfilos a El cabo del miedo, La guerra de las galaxias o Arma letal que harán las delicias del público desprejuiciado: Mi gran noche ha fascinado en Canadá y esperemos que lo haga en taquilla, cuando invada las salas españolas el 23 de octubre.