08/09/2015 - VENECIA 2015: El primer largometraje del americano Brady Corbet reúne a Bérénice Bejo, Stacy Martin, Liam Cunningham y Robert Pattinson

The Childhood of a Leader [+lee también:
tráiler
ficha de la película], primer largometraje del actor americano Brady Corbet como director, en la sección Orizzonti de la 72ª edición de la Mostra de Venecia, desarrolla un postulado simple sobre cómo se fabrica un líder, y por “líder” debemos entender “dictador”, por lo menos los dos conceptos se confunden fácilmente. La idea es que esta predisposición se desarrolla durante la infancia, de modo que, tras un prólogo atronador como una fanfarria en el que vemos a la multitud idolatrando al presidente Wilson, nos encontramos en la intimidad del hogar de una familia euro-americana que regresa al Viejo Continente con motivo de la elaboración del Tratado de Versalles de 1919, ya que el padre (Liam Cunningham), justamente, forma parte de la delegación americana que participa en las negociaciones entre Alemania y los Aliados.

Mientras que él hace su trabajo en París, su esposa (Bérénice Bejo), también hija de diplomático, intenta proporcionar a su hijito Prescott (Tom Sweet) una educación cosmopolita, conforme a las costumbres de esa época en la que los padres de las familias de estatus social elevado no abrazaban a sus hijos y les imponían una disciplina severa, dejando de forma tácita que las institutrices (Stacy Martin, la joven ninfómana de Lars von Trier, interpreta a la suya) y las criadas (como la valiente pueblerina interpretada por Yolande Moreau) les diesen un poco de cariño, por supuesto, con la condición de que no les hiciesen sombra y no les diesen de comer cuando estaban a pan y agua.

La película, que sigue el violento pulso entre la madre y el hijo, se divide en tres capítulos dedicados a los tres ataques de ira esenciales que harán que el niño pase de la posición de víctima de la tiranía a la de pequeño tirano, tras lo cual un epílogo stalin-hitleriano, auditivamente muy agresivo, nos proyecta treinta años más tarde para revelarnos que el pequeño tirano se convertirá en un gran tirano.

Formalmente, la película de Corbet es bastante impresionante. La fotografía presenta de forma maravillosa la atmósfera de esa casa burguesa deslucida, a la vez amplia y asfixiante, y sigue el tema de la habitación privada (a diferencia de las habitaciones donde negocian y parlamentan los dirigentes), regida por la mujer, y que aquí se convierte en la antecámara de la dictadura. Cabe mencionar también las interpretaciones, de megalomanía histérica latente disfrazada de fría maldad, de Bejo y del niño, que son absolutamente extraordinarias.

Sin embargo, cuando llega el epílogo (subtitulado “Prescott el bastardo”), la elección del director de maltratar nuestro oído mientras nos revela, entre los clamores de la multitud idiota, caldo de cultivo para el totalitarismo, que el tirano no tiene los rasgos de su padre, sino los de su buen amigo, un alemán interpretado por Robert Pattinson con el discutible brío que lo caracteriza (basta con decir que para hacer pasar su acento por el de un europeo, Corbet comienza emborrachándolo con whisky alrededor de una mesa de billar), uno se siente un poco irritado, un sentimiento que no hace más que crecer cuando uno lee, en los créditos, que el director quiere dar las gracias (especialmente) a Jean-Paul Sartre, Robert Musil y Hannah Arendt, ni más ni menos. Es una pena, porque lo que pretendía ser una hipótesis simple, pero bien ilustrada, de pronto resulta ser algo simplista.

La película está coproducida por los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido (Unanimous Entertainment), Francia (MACT Productions), Hungría (Filmteam Kft.), Bélgica (Scope Pictures, Studio L'Equipe) y Suécia (Hepp Film).

(Traducción del francés)