13/11/2014 - La cinta dirigida por el suizo Nick Brandestini nos lleva hasta los confines de mundo, allí donde las tradiciones ancestrales deben enfrentarse a una modernidad cada vez más invasora

Children of the Arctic, segundo largometraje de Nick Brandestini, confirma el talento del director suizo a la hora de relatar el día a día en una comunidad de marginados, obligada a debatirse entre tradición y modernidad, en busca de un nuevo equilibrio que, en ocasiones, no parece ser más que una utopía. Tras un primer paso importante en el Zurich Film Festival con su primer largo, Darwin (nombrado mejor documental en lengua alemana), Nick Brandestini subió la apuesta con Children of the Arctic y la ganó en forma de un segundo Golden Eye, en la nueva categoría “Focus Suiza, Alemania, Austria”.

Children of the Arctic acompaña durante un año a cinco adolescentes Iñupiat, pueblo autóctono de Alaska, en su viaje hacia la edad adulta. Aunque la adolescencia es un momento difícil para todos, en el caso de los cinco protagonistas del nuevo trabajo de Brandestini, ésta se transforma en un periodo de profunda reflexión. Las decisiones que deben tomar (mantenerse pegados a las tradiciones familiares o emprender el vuelo solos hacia lo desconocido) son inseparables del destino de su propia comunidad, como si el precio que pagar por la libertad fuese nada más y nada menos que la negación de los mismos orígenes. Como si se encontrase en un laboratorio, Nick Brandestini trata de clasificar en un gran número de pequeñas probetas las emociones que viven sus protagonistas para regalarnos un retrato en bruto y lo más completo posible de un grupo de adolescentes absolutamente fuera de lo común.

Mientras seguimos los destinos de Flora, Josiah, Samuel, Ace y Maaya, nos vamos dando cuenta, poco a poco, de la increíble presión social a la que están sometidos. Pasamos de un plano al siguiente con una sencillez desconcertante, desde los pupitres de la escuela a los rituales ancestrales de la caza de la ballena: un viaje magníficamente acompasado por la banda sonora compuesta por Michael Brook (nominado al Golden Globe por su trabajo en Hacia tierras salvajes), que descansa con delicadeza sobre las imágenes como si fueran pasos en la nieve. Guardianes de una tradición milenaria, estos chicos luchan día tras día por llegar a ser, a la vez, dignos herederos de la tradición Iñupiat y jóvenes americanos como todos los demás: una lucha que les resulta mucho más dura que la pesca o la caza de la ballena que marcan los ritmos de las estaciones.

Llegados al final de sus estudios en Barrow, los protagonistas de Children of the Arctic, se ven frente a la elección de su vida, la más complicada: irse o quedarse, seguir el corazón y no olvidar las propias tradiciones o partir a la busca de una propia identidad con el riesgo de perderse, quizá para siempre. La respuesta hay que buscarla en las propias imágenes de la película, en los magníficos planos de las llanuras heladas, en el azul del cielo que parece extenderse hasta el infinito. Aunque estén decididos a proseguir sus estudios en la universidad de Alaska, Flora y Josiah, crecidos en el respeto de las tradiciones Iñupit, no consiguen separarse por mucho tiempo de su comunidad, como si el hielo los tuviera encarcelados (quizá) a su pesar.

Vivir en uno de los lugares más hostiles del planeta transforma no solo las costumbres sino, sobre todo, la mentalidad. Uno solo entre bloques de hielo se ha perdido, no es nada sino un punto en mitad de la nada. Aunque la individualidad sea el centro de nuestra sociedad occidental, en mitad del hielo es un grupo el que sobrevive. Flora y Josiah lo saben y deciden regresar y luchar con el grupo en busca de ese equilibrio entre tradición e innovación, el único equilibrio que podrá dejarles preservar su identidad. ¿Y si éste fuera, precisamente, el camino hacia la libertad? 

Children of the Arctic es una coproducción entre Envi Films y Schweizer Radio und Fernsehen.

(Traducción del italiano)