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LOCARNO 2014 Competición

L’abri: final de una trilogía involuntaria

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- L’abri, último documental del suizo Fernand Melgar, con el que compite en Locarno por el Leopardo de oro, demuestra que la intención de hacer una película debe provenir del corazón y que la sensibilidad no puede inventarse

L’abri: final de una trilogía involuntaria

Desde el principio del Festival di Locarno, se esperaba con mucha curiosidad L’abri [+lee también:
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, fruto de la herencia, un tanto embarazosa, de su predecesora, Vol spécial [+lee también:
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, ganadora del primer premio del jurado joven y premio ecuménico en Locarno. Aunque, como explica Fernand Melgar (y ratifican sus trabajos), su cine aspira a dar no tanto respuestas a situaciones de crisis cuanto pistas hacia la reflexión, sus películas se sitúan a menudo (y a su pesar) bajo los focos de la polémica. Es incuestionable que los temas que aborda escuecen y son de rabiosa actualidad, pero su mirada empática y precisa no deja lugar a dudas sobre que sus propuestas podrán ser lo que se quiera menos demagógicas. Por mucho que esté enamorado de Suiza, cuna de los derechos del hombre, Fernand Melgar sigue siendo un espíritu libre que se concede el lujo de utilizar su sensibilidad para dar voz a quienes no la tienen, para “hacer reflexionar a los ciudadanos de un país que ama”.

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L’abri trata, una vez más, el tema de la inmigración, esta vez europea, de ciudadanos “de segunda categoría” que a menudo pasan sin llamar la atención, especialmente en un país como Suiza, que a veces se sorprende de la riqueza que atesora. Fernand Melgar ha seguido durante tres meses, día tras día, a un grupo de inmigrantes precarios antes de poder contar con su confianza, necesaria para la realización de su película. L’abri se sumerge en el corazón de un centro de asistencia a los sin techo de Lausana en el que cada noche, durante muchas horas, perforados por el frío punzante, estos hombres y mujeres buscan refugio. Los guardianes, impotentes, se ven en la obligación de plegarse cada noche al ritual cotidiano y terrible de elegir a los pocos que podrán acceder finalmente al bunker (como comúnmente lo llaman los propios inmigrantes) y recibir una comida caliente y una cama.

Melgar filma a estos inmigrantes, a estos seres humanos en busca, simplemente, de una forma de arreglárselas, con ese respeto que desde el principio de su carrera lleva marcando cada una de sus películas. Mostrando rituales cotidianos (hacer la cama, untar de mantequilla una tostada...) a los que nosotros no damos importancia pero que son totalmente preciosos cuando la precariedad está a la orden del día, Melgar nos acerca a estos hombres de la sombra que mantienen su dignidad y se agarran a su humanidad a cualquier precio. Evitando un paternalismo inútil para apostar, en su lugar, por la capacidad que tiene el cine de “abrir las ventanas al mundo”, L’abri nos sitúa frente a la derrota de una entera sociedad incapaz de relacionarse con el prójimo: una sociedad temerosa que no ve otra solución que la de levantar muros, muros que protegen, ciertamente, a la vez, sin embargo, que aíslan y amenazan con convertirse en cárceles. El cine de Melgar es, como él mismo lo define, un cine de inquietud, de la mala conciencia, un cine que nos pone frente al eterno dilema de vivir juntos y de la peligrosa tendencia a la marginación. Mientras Suiza cierra sus puertas, Fernand Melgar abre, con L’abri y sin rabia, las ventanas convencido de que su país será capaz una vez más de echar mano del arma que siempre lo ha distinguido de los demás: la autocrítica.

L’abri es una producción de Climage. Su agente de ventas es CAT&Docs.

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(Traducción del italiano)

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