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PELÍCULAS / CRÍTICAS

El sexo de los ángeles

por 

- En su cuarto film, Xavier Villaverde dinamita los márgenes más ortodoxos de las relaciones, ensanchando su campo de acción, al retratar a un trío de jóvenes de abierta sexualidad.

Xavier Villaverde pertenece a una generación de cineastas españoles que, allá por los años noventa, apostó con frescura y sin complejos por la modernidad, entendida en todos sus aspectos. Su primera película, Continental, fue recibida con entusiasmo por los medios, estuvo nominada a los Goya y dio nombre a la productora que formaría con Pancho Casal. Luego el cineasta alternó la publicidad con dos nuevas películas, Finisterre y Trece campanadas, su incursión en el género del terror.

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No sorprende entonces, en un cineasta versátil, este nuevo giro en su filmografía, breve pero intensa, arriesgada y, sobre todo, no adscrita a un sólo género, corriente o estilo. Pues lo hace con una película que rezuma espíritu joven, con lo que esto tiene de bueno y, también, de malo (o naïf).

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cómo la pareja formada por Bruno (Llorenç González) y Carla (Astrid Bergès-Frisbey) se desestabiliza cuando el primero conoce a Rai (Álvaro Cervantes), un chico que vive ocupando casas, baila en las calles y entiende su sexualidad de una forma poco convencional, una especie de gran seductor que rápidamente se siente fascinado por el deportista, sensible y algo bloqueado Bruno. Las reticencias de éste a entrar en el juego de seducción de Rai tendrán fecha de caducidad y vivirán en secreto una pasión de la que queda fuera, de momento, Carla. Cuando finalmente ella descubre que su chico está teniendo un lío con otro hombre, pasa de la cólera a la incomprensión, para terminar aceptando que si quieres a alguien, debes desear sobre todas las cosas su felicidad. El personaje de Rai, una evolución postmoderna del Terence Stamp de Teorema, que simboliza el misterio, la ambigüedad y la libertad, cambia el rumbo de una pareja que se ha mantenido sólida, transformando sus esquemas sentimentales y sexuales, desplazando así sus límites.

Esa cierta ingenuidad juvenil, más idealista que real y duradera, es el mayor problema de esta cinta, bienintencionada pero, en algunos momentos de la trama, poco creíble. Eso sí, el ambiente en el que se mueven los personajes es el de la modernidad de Barcelona, una ciudad famosa por su tolerancia y apertura a todo lo novedoso.

Como contrapunto, el personaje de la madre de Carla simboliza a la mujer española educada bajo el yugo de la sumisión, el machismo y la abnegación, y los compañeros de trabajo de la protagonista aportan la nota cómica al conflicto. Asimismo, mientras el trío protagonista ofrece unas interpretaciones cargadas de emoción, entrega y esa pureza propia de los veinte años, donde no falta la necesaria química emocional y sexual, los secundarios resultan en ocasiones forzados en sus diálogos y actuaciones. Villaverde, con la complicidad de la guionista Ana Maroto, nos plantea con valentía asuntos como qué supone amar realmente, si buscar la felicidad propia o la de la persona a la que quieres, si es lícito desear estar con otras personas sin renunciar a la pareja y dónde empieza tu libertad y termina la de tu chico/a.

Así pues, El sexo de los ángeles apuesta por la utopía: un triangulo en el que ninguno de sus lados queda excluido. Y sin juzgar a ningún personaje ni moralizar, apostando por vivir sin tapujos lo que pide el corazón. Sus personajes actúan así, con sinceridad, entrega total y a corazón abierto, como en un bonito cuento de hadas.

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