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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Un asunto real

por 

- Romance, intrigas y tragedia en el reino de Dinamarca que en 1768 se disputaban progresistas y conservadores. Premios al mejor actor y al mejor guión en la Berlinale

Aunque no es más que su cuarto largometraje tras las cámaras, Un asunto real [+lee también:
tráiler
entrevista: Nikolaj Arcel
ficha de la película
]
, película presentada a concurso en esta 62ª Berlinale, prueba una vez más que el director danés Nicolaj Arcel se entiende a la perfección con su coguionista Rasmus Heisterberg (a ambos debemos el éxito internacional de Millenium).

Tras la adaptación de El juego del rey, sobre las luchas de poder en un contexto contemporáneo, Arcel se inspira en esta ocasión en una novela de Bodil Steensen-Leth para contar la historia de amor que vivieron a finales de la década de 1760 la reina de Dinamarca de origen inglés Carolina Matilde (Alicia Vikander), casada a edad adolescente con el ciclotímico rey Christian VII (Mikkel Boe Følsgaard), y el médico personal del rey, el progresista alemán Johann Friedrich Struensee (Mads Mikkelsen). Entre su clásico comienzo y su pudorosa conclusión trágica Un asunto real también relata cómo Struensee, cuya influencia en el rey loco fue notable, introdujo los principios del siglo de las Luces en un tiempo en que Dinamarca todavía se regía por los crueles arcaísmos de la Edad Media.

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El éxito de este largometraje consiste en trascender el género de película histórica a través de diálogos y situaciones atrevidos y espirituales, a menudo a partir de las excentricidades del rey y de su apetito. A este último respecto, Arcel no duda en diversificar la componente sexual de varias formas, en especial en la primera mitad de la película, antes de que una conspiración digna de Julio César ponga fin a algo que parece demasiado bonito para ser verdad.

Los antojos de Christian dan lugar a escenas suculentas, como un intercambio de citas de Shakespeare entre el rey y Struensee o las inenarrables escenas de consejo de estado en las que el rey se atreve a intervenir cada vez más para pedir, por ejemplo, que su perro Gourmand sea nombrado miembro honorario, o que se hagan circular carruajes vacíos por la noche de Copenhague para recoger a los borrachos que no logran encontrar el camino de vuelta a casa: una idea extrañamente moderna que refleja los cambios drásticos que puede conseguir un visionario como Struensee.

Otro de los ingredientes clave de la película es la elegancia de este último, que podemos apreciar tanto en la forma en que se acerca a la reina con gestos y miradas de una discreción infinita y necesaria como en los trucos que emplea para convencer al rey de cualquier cosa, en especial de desacreditar a aquellos que lo tachan de loco por hacer lo que más le gusta: “jugar” su papel como un actor en lugar de asumir la responsabilidad del cargo.

Aunque “usurpa” de algún modo su poder y seduce a la reina, Struensee, el humanista, no falta nunca a la amistad protectora con el rey, lo que convierte a Un asunto real no en un relato de adulterio y traición, sino (como puede apreciarse cuando los tres protagonistas están sentados de la mano) en un relato incontestable de un triángulo político-sentimental moderno, sincero y paradójicamente exento de deslealtad en un mundo habitado por Brutos y Caínes.

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(Traducción del francés)

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