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VENECIA 2010 Competición / FR-IL-IT-IND

Miral, un himno a la tolerancia

por 

Si hay algo que se puede envidiar a los estadounidenses es la capacidad de lanzarse a las más variadas aventuras sin interrogarse en exceso. Para otros, es su gran problema. Julian Schnabel, un pintor neoyorquino cuyas pinceladas agresivas y vigorosas han alcanzado un valor de 800.000 dólares por cuadro, ha firmado como director de cine la conmovedora La escafandra y la mariposa [+lee también:
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, inspirada en el libro de Jean-Dominique Bauby (premio al mejor director en el Festival de Cannes). Miral [+lee también:
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, seleccionada en concurso en el Festival de Venecia, trata con excesiva efusión el encuentro con la periodista palestina Rula Jebreal, la autora del libro titulado “Miral” y de la coproducción entre Francia, Israel, Italia e India guiada por Pathé, la Eagle Pictures de Tarak Ben Ammar y Take One. Schnabel, como ha afirmado en la rueda de prensa que ha seguido a la proyección, ha sentido “la obligación, como judío” de narrar la historia de esta niña palestina de Jerusalén (interpretada por la india Frida Pinto, que saltó a la fama gracias a Slumdog Millionaire [+lee también:
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) que logra escapar del infierno del conflicto palestino-israelí gracias a la protección y a la educación recibida en el asilo de la parte de Hind Husseini (Hiam Abbas).

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Con su acostumbrada dirección compuesta por planos oblicuos, filmados con la cámara en la mano y una fotografía dramatizada con colores saturados, Schnabel penetra en los recodos de la martirizada Jerusalén de 1948, abriéndose paso a través de los años hasta los nunca respetados “acuerdos de Oslo” de 1993. Vemos a Hind Husseini recoger en la calle a 55 huérfanos que huyen de las bombas, convirtiéndose rápidamente en 2.000, todos acogidos en su casa transformada en el instituto Al-Tifl Al -árabes. Treinta años después, una niña de siete años, Miral, es confiada por su padre al cuidado de Hind. Crecida al margen del conflicto, Miral “descubre” a 17 años que es una árabe con pasaporte israelí. Estamos en plena Intifada y la joven no rechaza el llamado de lucha que los jóvenes palestinos están llevando a golpes de piedras y de atentados.

El guión, escrito por la misma Rula Jebreal, es apasionado pero inexperto. Existe una cierta confusión en los planos temporales, simplificaciones excesivas para un público poco acostumbrado a los acontecimientos históricos de aquellos años, muchos clichés y el habitual paso ilógico del árabe al inglés (paradójicamente, los palestinos hablan en árabe entre ellos en la primera parte de la película y en inglés con un fuerte acento árabe después de la aparición, en la segunda parte, de la actriz Frida Pinto).

El intento de la película, dedicada a todos aquellos que, en ambos campos, creen que la paz es posible, es noble y sincera, un verdadero himno a la tolerancia, y nos explica que se puede enseñar el pacifismo mientras que todo se derrumba alrededor, pero al mismo tiempo toma partido decididamente por una parte, mostrando - con una única excepción simbólica - a los israelíes como a los malos de la situación. Con una ingenuidad asombrosa, el acto terrorista viene liquidado con una simple frase.

El cine (el arte) es seguramente un acto político pero el territorio de la política en el cine, está diseminado de minas prontas a explotar y que no se pueden desactivar recurriendo a la estetización. Una película reclama y exige una mayor participación emotiva del espectador.

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(Traducción del italiano)

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