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CANNES 2010 Una Cierta Mirada / Rumania

Aurora en Bucarest: la extrema rebelión de un hombre normal y corriente

por 

Cinco años después de haber triunfado en Una Cierta Mirada en el festival de Cannes con La muerte del Sr. Lazarescu, el rumano Cristi Puiu vuelve a la misma sección con Aurora [+lee también:
tráiler
entrevista: Clara Voda
ficha de la película
]
, película que dirige y que protagoniza metiéndose en la piel de un ingeniero metalúrgico con intenciones homicidas.

Cristi Puiu es, junto a Cristian Mungiu, Corneliu Porumboiu y Catalin Mitulescu, uno de los representantes más destacados del nuevo cine rumano que desde hace algunos años está recabando numerosos premios. En Aurora, Puiu diseca la clase media de Bucarest, en los márgenes del Imperio Europeo, con un afiladísimo bisturí que abre la mente de un cuadragenario normal y corriente, que más que transformarse en un asesino, simplemente, lleva a cabo homicidios como si se tratasen de actos formales que son parte de una justicia tergiversada y retorcida.

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Al igual que Daniel Auteuil en El adversario, de Nicole Garcia, donde encarna al hombre que el 9 de enero de 1993 mató a su mujer, a sus hijos y a sus padres tras 18 fingiendo ser médico por miedo a decepcionar a sus seres queridos, Viorel encarna en la cinta de Cristi Puiu el miedo de enfrentarse a la realidad del divorcio de su mujer (Clara Voda) y de separarse de sus dos hijas.

Como para la película de Garcia, Puiu se inspiró en hechos reales, reflexionando sobre la idea del acto homicida después de haber visto una serie televisiva sobre crímenes en Rumania, la mayor parte de los cuales se cometen en un círculo estrecho compuesto por familiares, amigos o vecinos, lo que no tiene nada que ver con la mistificación realizada por el cine, la literatura o los medios de comunicación. Asesinar, pues, es mucho más banal de lo que se cree.

Con la firme intención de acabar con este cliché cinematográfico, Puiu reconstruyó minuciosamente los momentos que preceden al acto de quitar la vida a alguien que forma parte de nuestra vida. Con escenas largas y voluntariamente extenuantes (la película dura 182 minutos), el director ha individualizado cada gesto y cada movimiento del futuro asesino. Viorel se despierta al alba, desayuna con quien parece ser su mujer, se viste, mira pasar los trenes, se dispone a espiar a sus víctimas, va al trabajo, se pelea con su colega, compra un fusil de calibre 12, supervisa la mudanza de su apartamento, se pelea con el compañero de su madre, come un bocadillo, comete una masacre. Lo que emerge de este personaje es el intento de mostrar el «clima intoxicado», en palabras del mismo Puiu, que reina en la Bucarest postcomunista. No es difícil interpretar el acto del homicidio como un acto liberador en ese clima, tal vez la exigencia de una ética diferente, nueva, que sea equidistante del capitalismo y socialismo.

No es casualidad, pues, que esta coproducción entre Rumania, Francia, Suiza y Alemania, sea la segunda de "seis historias de la periferia de Bucarest", que pretenden dejar al descubierto, en el proyecto de Puiu, la crisis moral de un país que no estaba preparado para los cambios de los últimos años, así como denunciar la ineficacia del modelo occidental surgido de las tinieblas del comunismo.

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(Traducción del italiano)

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