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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Martes, después de Navidad

por 

- Dos años después de Boogie, el rumano Radu Muntean explora los temas del amor, la responsabilidad y las decisiones difíciles en su cuatro largo

Se besan, ríen, se toman el pelo. Parecen recién casados de luna de miel, felices como perdices en su pequeño cuarto, donde la cama no deja espacio para casi nada más. Pero no son recién casados. Ni siquiera están casados: Paul (Mimi Branescu) llevo casado diez años con Adriana (Mirela Oprisor) y tienen una hija pequeña. Raluca (Maria Popistasu) es su amante. Estamos en Navidad y Paul tiene que romar una difícil decisión.

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será presentada en la sección Una Cierta Mirada de Cannes 2010. El guión, escrito por el director junto a Alexandru Baciu y Razvan Radulescu, relata una historia de decisiones, inquietudes y responsabilidad. Entre trabajos, visitas, compra de regalos y el estrés de esta época del año, algo dice a Paul que tiene que decidirse por una familia, por una vida.

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Tras su hermosa, íntima y engañosa escena inicial, Martes, después de Navidad desarrolla pausamente un drama familiar a través de largas escenas y largas, a veces divertidas o absurdas, conversaciones entre sus atormentados personajes, aunque nadie dice las cosas más importantes. El silencio y la parquedad son las principales características de esta película coral. Su tema central aparece de cuando en cuando, con un sutilidad que deja al espectador con ganas de más.

Tras su anterior Boogie [+lee también:
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(2008), una historia sobre el final de la juventud de la cual ha tomado el trío de actores principales, Martes, después de Navidad gana mucho de la limpia y luminosa fotografía de Tudor Lucaciu y de los escenarios naturales y sencillos de Sorin Dima. Sin embargo, algunos diálogos poco convincentes y los arranques de rabia o amargura no consiguen transmitir emoción en esta crisis familiar que a veces resulta predecible y trivial.

El humor duro, masculino e irónico de Muntean permanece, con las difícilmente traducibles bromas de Paul, pero hay poco espacio para comprender quién es realmente y por qué toma ciertas decisiones.

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