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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Submarino

por 

- Un duro drama social sobre la culpa y la paternidad con el cual Thomas Vinterberg intenta recuperar el cine más sencillo y director de sus orígenes

El danés Thomas Vinterberg, que saltó al estrellato en 1998 con la primera película del movimiento Dogma, La celebración, vuelve con un drama familiar que supone una vuelta al cine más directo tras una desigual serie de películas en inglés. Presentada en la Competición Oficial de la Berlinale, Submarino [+lee también:
tráiler
entrevista: Thomas Vinterberg
ficha de la película
]
será distribuida en el Benelux (Cinemien), Francia (MK2), España (Golem), Italia (Mikado), la ex Yugoslavia y Japón (Bitters End).

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El peso de la paternidad y la importancia de la relación entre hermanos son los temas principales de este oscuro drama social ambientado en una desoladora Copenhague. El guión ha sido cuidadosamente adaptado por Vinterberg y Tobias Lindholm (en su primer guión, aunque luego ha realizado la exitosa R) a partir de la novela de Jonas T. Bengtsson. Los protagonistas son dos hermanos que no logran recuperarse de los traumas de infancia provocados por su alcohólica madre.

La primera parte de la película, durante la juventud de los hermanos, ejerce de prólogo del resto de la cinta, en la cual son ya adultos. La escena inicial, el bautizo del hermano pequeño de los dos jóvenes bajo las sábanas de una cama, tiene un punto onírico, casi mágico, para simbolizar la pureza de la infancia incluso en las circunstancias más duras. Los chicos, que son abandonados frecuentemente por su madre, tienen que cuidar del bebé y, a pesar de las adversidades, consiguen sobrevivir en un sórdido y despiadado ambiente. Pero, sin una guía paterna, sus juegos de adultos terminan provocando una tragedia.

La historia da entonces un abrupto salto hacia adelante de veinte años a otro ambiente igualmente sórdido de la capital danesa, el centro de acogida donde vive solo el ya treintañero Nick, que ha estado en la cárcel por violencia. Su único objetivo en la vida, a parte de encontrar bebida con la cual olvidar su terrible situación, es volver a entrar en contacto con su hermano menor. Frecuenta la compañía de Ivan, un hombre obeso y con problemas mentales hacia el cual siente una extraña compasión. De vez en cuando, se acuesta con su equivalente femenino, una alcohólica que ha perdido la custodia de sus hijos.

La historia se aparta entonces de la vida de Nick para concentrarse en su hermano menor, cuyo nombre no se menciona en toda la película. A pesar de sus drogodependencia, se ocupa solo de su hijo de seis Martin tras la muerte en un accidente de coche de su mujer. Aunque el pequeño es la única razón de su existencia, se adentra más y más en su dependencia de las drogas. Entra en un círculo vicioso, en el cual se sirve de las drogas para ganar dinero para vivir, pero con ello pierde el control de su destino.

Nick y su hermano se encuentran tan sólo dos veces a lo largo del metraje, en trágicas circunstancias, aunque al final parece vislumbrarse un rayo de esperanza, cuando Nick parece preparado para construir una nueva familia sobre las cenizas de la anterior. Los hermanos, que han tocado el fondo de la sociedad y la humanidad, no tienen la oportunidad de salir a la superficie. De aquí el título, Submarino, que se refiere a la tortura de la gente que tiene que permanecer bajo agua.

Tampoco el público tiene un momento de respiro, ni siquiera un poco de humor o un cambio de registro, como si ocurre en las obras sociales y realista de Mike Leigh o Ken Loach. El retrato, falto de emociones de modo intencional, termina por lastrar el resultado final.

La interpretación es bastante convincente a lo largo de todo el metraje, sobre todo por parte de Jakob Cedergren (Nick), cuya alma lacerante se esconde bajo un cuerpo musculoso y tatuado. El montaje adolece de falta de precisión, sobre todo teniendo en cuenta la inmediatez de la narración. La fría paleta de colores y la gris luz, obra de la debutante directora de fotografía Charlotte Bruus Christensen, se adaptan perfectamente a la historia.

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