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PELÍCULAS / CRÍTICAS

Le père des mes enfants

por 

- El apasionante retrato de un productor de cine de autor en caída libre. Una obra sensible y sutil, premio especial de Una Cierta Mirada en Cannes en 2009

"Todo el mundo te admira y nadie te ayuda". El autor de esta frase lapidaria es Grégoire Canvel, un productor de cine a punto de suicidarse, acorralado por las deudas de su compañía. A través de este personaje inspirado en Humbert Balsan, desaparecido trágicamente en 2005, la joven cineasta Mia Hansen-Løve, de 28 años, confirma con su segundo largometraje Le Père de mes enfants [+lee también:
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el potencial mostrado en su ópera prima, Tout est pardonné [+lee también:
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. Dos títulos presentados en Cannes en la Quincena de Realizadores en 2007 y en sección Una Cierta Mirada en 2009, donde ganó un premio especial del jurado. Un debut fulgurante para una cineasta muy talentosa, que sabe explorar la intimidad, dirigir a sus actores con grandes resultados, rodar con una muy controlada sobriedad y tejer relatos donde el centro de la película parece desplazarse para definir temas que mantienen siempre un cierto misterio, el de la vida y la fragilidad humana.

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Interpretado por un excepcional Louis-Do Lencquesaing, el productor alrededor de quien gira Le Père de mes enfants, lleva contra viento y marea el estandarte del cine de autor (“los cineastas con los cuales trabajo interesan generalmente bastante poco a las cadenas”) y vive con el teléfono clavado a la oreja para solucionar todos los problemas que acompañan el estreno de una película, la supervisión de dos rodajes (uno en Francia y el otro en Suecia) y la preparación de una coproducción con Corea y de un proyecto en Tayikistán. Pero una espada de Damocles se acerca peligrosamente: su compañía Moon Films tiene millones de euros de deudas y la quiebra acecha. Presupuesto sobrepasado, deudas con los laboratorios, amenaza de huelga en un plató, negociaciones con el banco sin siquiera la ventaja de un catálogo de películas ya hipotecado y un embargo: el encanto y el don de gentes de Grégoire Canvel no conseguirán frenar el espiral económico, sumergiéndolo progresivamente en una depresión que finalizará brutalmente con un inesperado tiro de un revolver.

Más allá de este asombroso retrato de un cinéfilo apasionado en caída libre y de esta inmersión realista en los bastidores del Séptimo Arte, Mia Hansen-Løve consigue también esbozar un cuadro de una gran sensibilidad centrado en la familia del productor: su mujer (la italiana Chiara Caselli) y sus tres hijos (en particular, la adolescente interpretada por Alice Lencquesaing). Algunas secuencias de vida común feliz en el campo con un marido y un padre cariñoso abren la vía a una segunda película en la película: ¿cómo superar el suicidio de un ser querido (“él nos rechazó, prefirió el vacío”), descubrir secretos (una deuda de 700.000 euros de fianza personal, un hijo secreto), intentar salvar la productora y terminar el rodaje sueco, reconstruirse con el amor o la amistad? Objetivos a nivel humano y una dimensión familiar emotiva que demuestra una vez más tras Tout est pardonné la fineza de la dirección de actores por parte de la realizadora y un talento de narradora de historias de quien ya se espera con curiosidad y gran interés el próximo largometraje.

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(Traducción del francés)

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