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Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud • Directores

"Ante todo, universal"

por 

- Amigos desde hace mucho tiempo y ambos autores de tiras cómicas, se han lanzado a la aventura de esta película de animación, con el gusto por el riesgo y el placer, así como con una gran independencia

Cineuropa: ¿Qué fue lo que le hizo decidirse a adaptar su cómic?
Marjane Satrapi: A posteriori, podría encontrar mil razones, pues, por supuesto, nos preguntamos si sería buena idea adaptar un cómic de éxito. Pero, para ser honesta, se nos presentó la oportunidad y fueron las ganas de vivir esta experiencia lo que nos guió.
Vincent Paronnaud: Existe el placer innegable de realizar un largometraje. Se nos pusieron todas las herramientas a nuestra disposición. Había escollos que evitar, pero éramos conscientes del peligro.

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¿Cuáles, según ustedes?
M.S.: nos podríamos haber contentado con grabar los casos unos tras otros y "hop", una película. Es eso lo que nos esperábamos. Pero el lenguaje narrativo nos es, para nada, el mismo. En un cómic, es el lector, por ejemplo, quien rellena los huecos entre dos casos e imagina el movimiento.
V.P.: Yo no me habría implicado si no se hubiera tratado de reivindicaciones políticas. El propósito de la película, individuos reducidos a nada por un contexto totalitario y su cuestión, cómo construir tal contexto, es universal y humanista.
M. S.: Teníamos que evitar el lado panfleto. Todo el mundo sabe lo que hemos mostrado; no somos ni historiadores ni sociólogos. Es mi historia, un punto de vista totalmente individual. Cuando dirigimos de manera sincera, asumir esta subjetividad es mucho más fácil y más astuto, puesto que no se trata de un documental sobre un pueblo. Un pueblo es algo muy amplio, es lo contrario de un individuo. Está lleno de imbéciles, de gente bien, de mafiosos. Por supuesto, es una película que destruye los tópicos sobre Irán, esta historia de choque de culturas. La cultura no depende de las fronteras. Si existen fronteras, son entre los imbéciles y los otros. Creer que todos los imbéciles están en el mismo lugar es la base des fascismo: "Eliminemos a los imbéciles y vivamos entre nosotros, gente de buena compañía". Lo que ocurre es que todo esto es mucho más complicado y la película lo demuestra muy bien. El malo de la película no es el villano barbudo. La persona que comete un acto atroz es el que entrega a un pobre tipo a un guardián de la revolución; y esa persona, soy yo. Es por ello por lo que Persépolis [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Marc-Antoine Robert
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ficha de la película
]
no es un dibujo animado típico, no hay héroes, ni acción heroica.
V.P.: Y si hemos dado de lleno con la actualidad… ¡nosotros comenzamos esta película hace tres años! M.S.: Cuando nos dicen que la película sale en el momento justo, nos reímos. ¡No la hicimos la semana pasada!
V.P.: Además, ambos somos independientes, tenemos demasiados años como para caer en esa trampa de la actualidad.

¿Cómo abordaron el proyecto?
V.P.: Todo lo que pretendíamos era que la película no fuera el cómic, un objeto artísticamente independiente. Nos hacía falta, entonces, un verdadero guión, una base sólida, muy construida. Seleccionamos lo que nos parecía esencial, hechos simbólicos y otros más anecdóticos para meternos en la historia de una vida, pues nos despegamos muy pronto del cómic. Inventamos mucho en el proyecto y creamos una especie de vocabulario propio de la película a medida que la íbamos elaborando. Carecíamos de referencias en términos de dibujos animados. Estábamos realizando una película y debíamos explicar lo que queríamos, ya se tratara de animación, de decorado, del montaje… no paramos de hacer idas y venidas para lograr un material coherente.
M.S.: Tienes cosas, miras el conjunto, pero, como el todo es una historia de equilibrio y de ritmo, la película debe quedar abierta todo el tiempo. Grabamos, por ejemplo, las últimas voces en febrero y marzo, además de estar cambiando aún los decorados. También, gracias al blanco y negro, logramos una homogeneidad geográfica. Si cambiamos el registro narrativo constantemente, no se tiene la sensación de rupturas de tonos. La película está cuidada, lo que le da su coherencia. En un tratamiento real, todo lo que es onírico o fantástico, como las escenas con las marionetas o los momentos con Dios, si no se cayera en la ciencia ficción, se habría, al menos, rozado la vulgaridad. Habríamos cambiado tanto de forma o de registro que habría resultado una especie de obra de retales muy vulgar. Queríamos realizar una película universal y no una enésima historia sobre esta gente lejana, estos fanáticos, estos terroristas que no podemos comprender. Hemos prestado también mucha atención a no caer en el orientalismo. Nuestro mayor logro es que el momento que más exótico le parece a los espectadores europeos es el paso a Viena, tal y como lo queríamos. El trazo, el dibujo es universal.

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