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SEVILLA 2021

Rodrigo Cortés • Director de El amor en su lugar

“Deseo que las películas sean experiencias físicas para el espectador”

por 

- El cineasta salmantino ha estrenado mundialmente en Sevilla su último trabajo, un film con canciones que transcurre en 1942, dentro del gueto de Varsovia

Rodrigo Cortés  • Director de El amor en su lugar
(© Lolo Vasco/SEFF)

Rodrigo Cortés luce una melena inesperada –efecto de la pandemia, asegura– tras su imagen habitual con cabeza rapada de nuestros últimos encuentros: “No puedes dedicarte al cine sin canas: siempre salen”, bromea durante el Festival de Cine Europeo de Sevilla, en donde acaba de presentar su nuevo largometraje, El amor en su lugar [+lee también:
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entrevista: Rodrigo Cortés
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Cineuropa: Igual que has cambiado de estilismo capilar, también has saltado de género cinematográfico. Tras varios films de suspense, me ha sorprendido ver que estrenas algo parecido a un musical.
Rodrigo Cortés:
Llevo mucho tiempo queriendo rodar un musical y a la vez, esta película no es propiamente un musical, porque en ese género hay un lenguaje muy específico: de cámara, su forma de abordar la historia que no es necesariamente realista, se expresan las emociones a través de la música… El amor en su lugar no es así: es un film realista sobre un grupo de actores que representa un musical, pero para eso primero hay que montar el musical, hay que inventarlo. Y en este caso, ya que la obra original existió y sobrevivieron las letras de las canciones, pero no la música, tuvimos que componerla y, asimismo, hubo que levantar el musical entero, ensayarlo y representarlo, con bailes y canciones, para luego filmar el largometraje alrededor de ese musical.

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Todo un juego de muñecas rusas…
Sí, teatro escénico, dentro del teatro de la vida, dentro de una película: un constante juego de matrioskas, saliendo del huevo y entrando en el huevo otra vez, todo el rato.

La película empieza con largos planos secuencias… ¿Por qué usar este recurso narrativo?
Comienza con un larguísimo plano secuencia de casi 15 minutos con el que recorremos el gueto completo: fue una decisión que apostaba por la experiencia física. Casi toda la película transcurre dentro de un teatro, que está en mitad del gueto de Varsovia: era importante que eso se sintiera, no sólo se supiera, no que los actores dijeran “¡La que se está liando ahí fuera!”, sino que viviéramos y recorriéramos como espectadores ese contexto, con ese personaje central a quien vamos a estar pegados, en tiempo real, durante toda la representación. Y eso nos permite ver qué está sucediendo fuera: los mercados, las ruinas, los carromatos con los que se desplazan, los controles de los alemanes, cómo la muerte es barata y cómo aun así hay gente que se congrega frente a un teatro para, una vez dentro, olvidar el mundo real durante dos horas. Entramos con la cámara en ese teatro, sin cortar el plano, recorremos las estancias donde vamos a estar el resto de la película –camerinos, pasillos, backstage…– y eso nos permite tener una ubicación total de lo que va a pasar después, hasta que se levanta el telón, vemos el teatro abarrotado, aparece el título del film y ya tenemos esa experiencia física que nos permite entrar en la trama con un contexto emocional y geográfico sobre nuestra espalda.

En este nuevo trabajo se detectan algunas Luces rojas y cierta claustrofobia, como en Buried [+lee también:
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entrevista: Rodrigo Cortés
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: ahí late el sello Rodrigo Cortés.
No es algo buscado… simplemente creo que una película se debe parecer a su autor, debe recoger sus afinidades. Cuando uno ve una película de Fellini, se da cuenta de que es suya: el maestro italiano aseguraba que tenía la sensación de que hacía siempre la misma película. Tú no tienes ese sentido de las cosas, pero tu mirada está ahí. En Blackwood [+lee también:
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ya había un tratamiento de la música muy específico; en Luces rojas [+lee también:
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entrevista: Rodrigo Cortés
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lo había sobre lo escénico y la representación: lo que es cierto y lo falso; y en Buried había un confinamiento máximo (no se puede confinar más) y también se trabajaba en tiempo real.

Tu película tiene aroma de cine clásico.
Sí, igual que en Buried encendí una velita a Hitchcock y fue el dios pagano a quien dediqué mis oraciones, en este caso pensaba en Billy Wilder e Ingrid Bergman. Abracé desde el principio ese espíritu clásico, aunque lo abordara con pluma estilográfica radicalmente contemporánea.

Publicas libros, compones, diriges… ¿Rodrigo Cortés no pone la procrastinación en su lugar?
Me quedan muchas cosas por hacer, desde un musical de verdad, abordando de frente su lenguaje, como te decía antes, a un western o una película del siglo XVI de españoles en América… Tengo varios guiones que quiero sacar adelante: siempre me interesa la parte más física y sensorial de las cosas, para conseguir que las películas lleguen a ser una experiencia total para el espectador.

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