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España / Uruguay

Rafa Russo • Director de El año de la furia

“Es un misterio saber qué proyectos saldrán adelante”

por 

- Nos reencontramos con el cineasta, que vuelve a la dirección tras 15 años de ausencia con un film que recrea los momentos previos a la irrupción de la dictadura militar en Uruguay, allá por 1972

Rafa Russo • Director de El año de la furia

Buena noticia saber que Rafa Russo (Madrid, 1962), guionista de largometrajes como Remember Me [+lee también:
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, regresa como director con El año de la furia [+lee también:
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, pues su primera película, Amor en defensa propia, se remonta a 2004. En esta ocasión se trata de una coproducción entre España y Uruguay, que protagonizan Joaquín Furriel, Alberto Ammann, Sara Sálamo, Maribel Verdú, Martina Gusman y Daniel Grao, y reconstruye los meses que precedieron al golpe militar en aquel país sudamericano, en los años setenta.

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Cineuropa: ¿Por qué has tardado tanto en dirigir una película?
Rafa Russo:
Porque no se me ha permitido: no porque yo no lo intentara varias veces… He seguido escribiendo guiones para otros, pero también he tratado de levantar los míos, pero por una razón u otra no han podido salir adelante. Ha habido una crisis grande, que hizo mucho daño a la industria y era cada vez más difícil levantar proyectos. Supongo que el hecho de que mi ópera prima no tuviera la repercusión que hubiera deseado tampoco ayudó. Es un misterio saber qué proyectos saldrán adelante y cuáles no, porque El año de la furia a priori no parecía sencillo, pues transcurre en Uruguay en los años setenta: sin embargo, el guion se fue abriendo camino. Yo tuve a la vez proyectos en desarrollo, aparentemente más comerciales, que se han quedado en el camino… Pero estoy feliz con esta película: espero que me permita dirigir más y me ponga de nuevo en el mapa.

Te habrá puesto en forma, pues es una película de época y más ambiciosa que tu debut…
Sí, ha sido súper exigente, para la que me tuve que preparar mucho: fue tal desafío que ahora me siento capaz de dirigir Apocalypse Now si fuera necesario (risas). Lo he puesto todo en este film.

Pero, ¿cómo llega un madrileño como tú a un país sudamericano como ése?
Nací en Madrid, pero de padres argentinos, por eso siempre me he sentido vinculado a la realidad político y social latinoamericana: Uruguay y Argentina son países hermanos. Cuando me contaron “el año de la furia” y lo que significaba, vi que había una gran historia y se podía abordar de manera diferente… además aquel país ha sido retratado poco en el cine: todo ello hacía que el proyecto fuera atractivo y estimulante.

Y todas las dictaduras se parecen: ¿has tenido también presente la que sufrimos aquí en España durante parte del siglo pasado?
Sí, claro, a mí me interesaba sobre todo contar cómo es la antesala del horror de la dictadura. Cuando veo películas sobre los nazis, me parece más estimulante ver cómo fueron los años previos, cómo se llegó a eso: el horror ya lo hemos visto en muchos largometrajes, hay poco nuevo que contar ahí, por eso quizás es más interesante contar esos años previos y cómo se llegó a ello, por ejemplo, en un país como Uruguay, que siempre ha estado a la vanguardia de los derechos humanos y el progresismo en Latinoamérica. Y que ese país acabara deslizándose por el precipicio del totalitarismo fue llamativo: quiero contarlo desde la gente de la calle, más que desde los despachos de los políticos o los militares. Quise bajarme al fango de cómo lo vivió la gente normal, con un mosaico amplio de personajes con puntos de vistas diferentes: ¿qué actitudes iban tomando ante ese clima opresivo que les iba rodeando? Así podía encontrar una mayor implicación del espectador actual con lo que se vivió en aquel momento…

Dos de los protagonistas (encarnados por Alberto Ammann y Joaquín Furriel), además, son guionistas, como Rafa Russo…
Son personajes de ficción y hubo programas de humor en la televisión uruguaya en aquella década que fueron muy conocidos: me interesaba, como creador, adoptar el punto de vista de alguien de la cultura, porque creo que tenemos un arma que quizás otras personas no poseen. Un arma de doble filo: por un lado puedes denunciar y amplificar lo que estás viviendo (algo que otros no pueden hacer), pero sientes el peso de esa responsabilidad por la que no puedes fijar la vista en el papel y abstraerte de lo que ocurre fuera, porque todo lo que trates de escribir va a palidecer ante lo que sucede, sobre todo cuando es algo tan fuerte; así que si quieres luego mirarte en el espejo y sentirte bien en tu piel es difícil sustraerse a ello, con lo cual es una posición complicada para el artista.

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