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SITGES 2020

David Victori • Director de No matarás

“Me gusta ir al límite de mí mismo”

por 

- La segunda película de David Victori No matarás se ha presentado, poco antes de su estreno en salas, en la sección oficial del Festival de Sitges

David Victori • Director de No matarás

Con un film anterior en su curriculum, El pacto [+lee también:
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, protagonizado por Belén Rueda, no es necesario volver a señalar que David Victori (Barcelona, 1982) triunfó en un concurso de YouTube que le dio fama, por eso no se menciona de nuevo en esta charla telefónica, sino que se centra en su segundo largometraje, No matarás [+lee también:
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, que protagoniza Mario Casas y ha formado parte –en una sesión especial– de la sección oficial del 53º Festival de Sitges.

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Cineuropa: Vas en un taxi… ¿Mucha promoción con tu nuevo largometraje?
David Victori
: Pues sí, a tope. Me paseo por radios, televisiones y donde haga falta: tenemos que sacar a la gente de casa, ponerle la mascarilla y que recupere la vida social. El miedo es mal consejero y hay que tener en cuenta que las consecuencias psicológicas de la pandemia son también catastróficas. Nosotros tenemos una experiencia adrenalínica preparada en los cines, esperándoles.

No matarás comienza con un plano secuencia y hay mucha cámara ágil en su metraje. ¿Querías que fuera un film sensorial y orgánico?
Exactamente. Tuve claro desde el inicio, al construir la historia, que tenía que ser una película que se sintiese como un tránsito en primera persona: el rol central hace un viaje y el público le acompaña. Si como espectador te has quedado atrás en algún momento, el final no tiene interés, porque el personaje te pide que participes de su decisión.

La muerte está muy presente en tu filmografía.
Es uno de los elementos más importantes sobre los que pivotamos todo el rato los seres humanos: es el gran misterio por resolver, el interrogante final, y lo que da sentido a la vida. Sin esa conclusión, el viaje vital perdería sentido. La muerte me inquieta, preocupa, me estimula a nivel creativo y está en todos mis trabajos, incluso en los nuevos en los que estoy ahora involucrado.

El personaje de Mario Casas baja a los infiernos en No matarás, pero el de Belén Rueda, en El pacto, también lo hacía. ¿Te gusta sumergirlos en las tinieblas?
Me fascina llevar a los personajes al límite, sobre todo por una implicación personal: me gusta ir al límite de mí mismo, sumergirme en las profundidades de mi estructura como ser humano. En ese límite me conozco mejor a mí mismo, me descubro; lo superficial me interesa poco, me gusta más lo trascendente y profundo, y eso lo encuentras en las situaciones límites de las personas.

Tus películas ponen en tesitura al personaje principal y le plantean cuestiones. En la primera, ¿a dónde llegarías para salvar a tu hija? Y en la segunda, ¿matarías en una situación de supervivencia? ¿Siempre has sido tan preguntón como un periodista?
Ya ves (risas). Imagínate cómo debí ser de niño: ¡pregúntale a mi madre! Ahora te paso su teléfono y hablas con ella (más risas). Sinceramente, es lo que más me interesa: los dilemas que no sé contestar. Todos mis proyectos nacen de un interrogante que me quema por dentro: a veces entiendo el porqué y otras veces, no. Eso me sirve de motor: un creador está muchos años con una historia y si empujo al personaje a un viaje que le transforma, creo que también me lo tiene que hacer a mí, porque si no aquel cambio acaba siendo un acto puramente intelectual, y creo que como creador te tienes que lanzar a un viaje mucho más visceral, íntimo y humano.

En esas preguntas que planteas, el espectador llega a cuestionarse sus profundos valores.
Justamente, yo me puedo plantear esas preguntas desde la tranquilidad de mi casa o de una cafetería, pero ésa es una aproximación muy frívola a la realidad, porque los seres humanos en una situación muy límite –no podemos olvidar que hay un animal dentro latiendo, bajo las capas de la construcción social– tienen su instinto de supervivencia abriéndose paso. Recordar que tenemos una fragilidad como seres vivos es importante, más hoy, cuando todo se polariza de manera peligrosa, donde todo es blanco o negro, y uno piensa que está siempre en el bando de los buenos y el resto de las personas son los malos. Esa polaridad es peligrosa a nivel social y de convivencia, porque nos está alejando, aunque uno se siente más unido con quienes piensan igual, pero a la vez se siente más distante de quienes no piensan como uno mismo.

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