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VENECIA 2020 Semana Internacional de la Crítica

Natalya Vorozhbit • Directora de Bad Roads

“Estamos cometiendo los mismos errores y tropezando con la misma piedra”

por 

- VENECIA 2020: Hablamos con Natalya Vorozhbit, directora principiante de Bad Roads, una película basada en una obra de teatro que fue representada en el Royal Court Theatre de Londres

Natalya Vorozhbit • Directora de Bad Roads
(© Kristi Film LLC)

Adaptando su aclamada obra de teatro, la ucraniana Natalya Vorozhbit ha presentado Bad Roads [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Natalya Vorozhbit
ficha de la película
]
en la Semana Internacional de la Crítica del Festival de Cine de Venecia. La película presenta cuatro historias cortas, todas ambientadas en Donbass durante la guerra, que sugieren que a veces no es posible elegir entre el bien y el mal, ya que cualquier opción acaba dañando a alguien.

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Cineuropa: ¿Por qué decidiste emplear una puesta en escena tan simple, con apenas unas pocas personas hablando en cada secuencia, en las que solo cambia la atmósfera entre ellas?
Natalya Vorozhbit: Inicialmente, esta historia estaba pensada como una obra de teatro, donde las reglas son diferentes. Al adaptarlo, tenía la posibilidad de añadir acciones y personajes al guion, pero decidí no hacerlo para dejar que las situaciones se desarrollaran sin testigos innecesarios, permitiendo así que los personajes actuaran con impunidad y se expresaran de una forma más clara y directa. Por ejemplo, la aparición simbólica de otras personas fuera de cámara en la última historia, sobre una mujer que atropella accidentalmente a un pollo, impide que la pareja de ancianos cometa un crimen y pone fin a la historia. Además, mantuve el número de personajes al mínimo porque quería enfatizar el estado de soledad y vacío, tanto interna como externamente, que caracteriza toda la atmósfera en Donbass.

A menudo te centras en lo mundano: alguien que se emborracha y no consigue encontrar su pasaporte, conversaciones adolescentes sobre sexo... Pero finalmente aparece la violencia.  ¿Por qué decidiste ser tan gráfica en estas ocasiones?
Precisamente porque me llamó la atención la velocidad con la que pueden cambiar las cosas. Al principio la gente habla, siguen siendo personas, hay un diálogo entre ellos y una esperanza de entendimiento mutuo. Pero luego todo sale mal. En el marco de la guerra, la desconfianza y la ansiedad aumentan considerablemente. Toda la psique de una persona se derrumba. Sin previo aviso, puedes recibir un puñetazo en la nariz o acabar arrojado al suelo. De esta forma, comienza una realidad completamente diferente, una que solo puede provenir de un mal sueño. Resulta imposible creer que estas cosas las hace la misma persona que tiene una abuela y que podría ser tu compañera de clase.

Dices que las historias están basadas en testimonios de gente real. ¿Fue difícil para ellos compartir estas experiencias, especialmente para las mujeres?
Casi todo es real, pero se trata principalmente de una mezcla de diferentes historias, reinterpretadas de forma artística. Tengo bastantes conocidos que estuvieron retenidos, tanto chicas como chicos. Escribí la escena en el sótano basándome en sus recuerdos. A una de ellas, una periodista, le resultó muy difícil contarme su historia, debido a la violencia que había experimentado, pero decidió dar el paso y hablar de ello en un documental. Parece que esto la ha ayudado a sobrellevar una experiencia terrible.

Me sorprendió que hubiera permanecido sentada en un apartamento durante días porque simplemente tenía miedo de abandonar su lugar de cautiverio, aunque nadie la retenía allí. Todavía conserva la ropa interior que le trajo su violador-secuestrador. La última historia, sobre la gallina, es inventada. Tiene un sentido general y simbólico, sobre la facilidad con la que surge el mal entre la gente común en las circunstancias más cotidianas.

Cuando te entrevistaron hace un tiempo con motivo de la obra de teatro, dijiste que “cuando empezó la guerra, todo se volvió del revés”. ¿Cómo conseguiste trasladar esa sensación?
Empecé a hacerme preguntas que nunca antes me había hecho. ¿Podría aceptar inmigrantes en mi casa? ¿Podría amar a un militar? ¿Cómo es enterrar a un ser querido, muerto en la guerra? ¿Cómo es matar a otra persona a la que consideras tu enemigo? ¿Podría hacerlo? Y otras cuestiones parecidas... Estarás de acuerdo en que esas preguntas ponen todo patas arriba.

Nunca pensé que viviría estos tiempos. Este estilo de vida debería ser algo del pasado, de la época de mis abuelos, pero resulta que nada ha cambiado realmente: las personas que nacieron y vivieron en tiempos de paz en realidad quieren que se repita el pasado. Les atrae y han perdido todo sentido del miedo. No avanzamos, sino que caminamos en círculos, cometiendo los mismos errores y tropezando con la misma piedra.

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(Traducción del inglés)

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