25/01/2017 - Cineuropa habla con el cineasta Emir Kusturica sobre el concepto de su muestra de cine y música, que se celebra cada año en las montañas serbias

(© Küstendorf International Film and Music Festival)

Tras la proyección de su última película, On the Milky Road [+lee también:
crítica
tráiler
ficha de la película], que fue galardonada en Venecia, y el taller dedicado a este hermoso trabajo en la 10ª edición del Festival Internacional de Cine y Música de Küstendorf, que se celebra en una aldea construida inicialmente para el rodaje de su film Life Is a Miracle, y que en la actualidad se ha convertido en un foco cultural local e internacional, así como en una locomotora económica para la región montañosa de Zlatibor, en Serbia (leer el artículo), Cineuropa ha hablado con Emir Kusturica sobre su voluntad de transmitir su oficio y sus opiniones sobre qué significa esto en la actualidad. 

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Cineuropa: Se te conoce por el apego que sientes por tus raíces, sean cinematográficas o no. ¿En qué punto de tu vida sentiste la necesidad de mirar al futuro —es decir, de recoger el huevo recién puesto por la gallina (por usar una imagen presente en tu nuevo film)— y pasar el relevo a directores jóvenes y emergentes con un premio con forma de huevo?
Emir Kusturica: El momento en que me encontré con la disposición de empezar a recordar intensivamente todo lo que hacía sucedido antes también es el momento en que sentí que de alguna manera debía institucionalizar mi idea de qué podría ser el futuro, y así nació Küstendorf, y creo que fue una buena jugada: diez años después, veo que nuestros huevos han estado eclosionando, produciendo algunos autores buenos (como Edoardo De Angelis, Kohki Hasei... ). Los grandes festivales tienen demasiados prejuicios y están demasiados orientados al mercado como para respaldar a los jóvenes. Aquí, tratamos de activar el poder de los jóvenes y disfrutar de las buenas películas que efectivamente hacen, pero que no suelen verse con mucha frecuencia. Me parecen mucho más sinceras, con mucho más potencial que las películas hechas con la intención de incorporarse al mundo comercial.

Al principio, proyectamos 250 cortos; ahora la cifra asciende a 500, y las cintas son cada vez mejores. Entre ellas, nuestro equipo seleccionador escoge de 20 a 50 películas. Estamos intentando crear, fuera del sistema de reconocimientos y sus alfombras rojas, una comunidad, una especie de arca de Noé cultural que navega durante seis días por el torbellino del tiempo.

Durante el taller que impartiste, hablaste sobre la oposición entre cine y realidad, un tema que Sorrentino también abordó cuando asistió a la muestra, como hemos visto en el vídeo de retrospectiva proyectado en la gala de apertura. ¿Ha sido ese un tema recurrente en los talleres de estos diez años?
Yo diría incluso que el pensamiento en torno a cómo traducir la realidad al cine ha sido el tema más crucial —los cineastas de la Nouvelle Vague (Agnès Varda, Jean-Luc Godard, etc.) lo exploraron en su momento—. Ahora, los jóvenes no distinguen entre lo que se filma y aquello que nos rodea y que llamamos vida real. Puede que Sorrentino exagerara cuando se refería a lo que él hacía como “falso”, pero es importante entender que cuando empiezas a cambiar el ángulo, usar iluminación artificial y ponerla de una u otra manera, elegir una lente de tamaño 50 en vez de una de 25 o de 18, o montar escenas, todo queda transformado. Lo que muestras puede ser sugerente, puede ser orgánico, pero no es real.

En la actualidad, la realidad se proyecta constantemente en YouTube, pero eso no quiere decir que sea realista. El simple hecho de que alguien usara una lente concreta y tomara determinadas decisiones, excluyendo todo lo demás del film, hace que esté separado de la realidad. Para los jóvenes, es muy importante ser consciente de esto.

La llegada de nuevas tecnologías, como la realidad virtual (que literalmente elimina el marco), podría estar difuminando esa frontera entre cine y realidad.
Sí, y por eso los aspirantes a directores deben comprender que el cine tiene mucho que ver con la arquitectura. El espectador no tiene por qué saber eso —lo que cuenta es lo que él o ella siente—, pero la fuerza motriz que hay detrás de lo que llamamos cine independiente, aparte de todos los elementos específicos que componen una película, es tu punto de vista, que determina cómo ves las cosas y cómo eliges el modo en que quieres mostrarlas. Jugar con el cine como medio de expresión es construir una arquitectura especial, una arquitectura propia, más que imitar lo que ves. Muchos escritores extremadamente talentosos han intentado coger una cámara y han fracasado al intentar usarla, y esos es porque el cine es un arte que debe ser aprendido.

¿Echas de menos las limitaciones y las trabas en un mundo que ofrece tantas opciones —quizás demasiadas—?
Absolutamente. Por ejemplo, tengo un amigo que solía escribir guiones mucho mejores bajo un régimen con reglas más estrictas. (...) Es algo bueno que tengamos tantas maneras de llevar las películas a la gente —móviles, conexión a internet, el cine y demás—, pero eso implica que necesitamos concentrarnos realmente en el hecho de que el público necesita ser motivado, no guiado o impresionado por ti, y eso es una tarea muy exigente.

¿Cuáles son tus deseos para los próximos diez años de Küstendorf?
Siempre intentaremos mejorar nuestro concepto, por los medios que sean necesarios, pero también me gustaría que los próximos diez años no pasen tan rápido como estos.

(Traducción del inglés)