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Bertrand Bonello • Director

"Una película en la tensión para hablar de la tensión"

por 

- El cineasta francés Bertrand Bonello desvela las claves de su nuevo trabajo, Nocturama, y habla de la libertad artística frente a los temas más sensibles

Bertrand Bonello  • Director

Encuentro estival en París, en las oficinas de su agente de ventas y distribuidora en Francia, Wild Bunch, con Bertrand Bonello para hablar de Nocturama [+lee también:
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, estrenada en los cines galos el 31 de agosto, pocos días antes de competir en Toronto y en San Sebastián.

Cineuropa: ¿De dónde proviene la idea de Nocturama?
Bertrand Bonello: Me apetecía hacer una película muy actual en un momento en que estaba trabajando en una película de época (Casa de tolerancia [+lee también:
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) y, pensando en lo contemporáneo, en lo que podía inspirarme, caí en este tema. La primera imagen que me vino a la mente era algo que explotaba y lo que venía antes y después de dicha explosión; después, una tensión en París, como si pudiera sentirse en el aire. Y fue así, pensando en este tema, como hallé una manera de ponerlo en escena.

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¿Deseaba usted hacer una película sobre la juventud, sobre la edad inmediatamente posterior a la adolescencia? Podría haberse tratado de personajes de terroristas de mayor edad.
Cuando hacía ensayos con actores de 27 o 28 años, que es una edad todavía joven, daba la impresión de contar otra historia. Era una cuestión de edad. No hay ningún razonamiento intelectual detrás. Se trata simplemente de una edad en la que aún hay mucha utopía, mucha inocencia, mucha energía y mucho deseo.

La narración se centra en el "cómo" del acto terrorista, no en el “por qué”. ¿Era su intención evitar justamente esa pregunta?
No, no trataba de evitarla. Me apetecía hacer una película en la tensión para hablar de la tensión, entrando directamente en los gestos. Pensaba que, de esta manera, prestaríamos más atención a la acción. Siempre estamos en el tiempo presente en la cinta. El por qué me parece relativamente evidente y no me parecía necesario demorarme en él.

Dos flashbacks, muy breves y elípticos, permiten, con todo, ligar a los personajes entre sí y atisbar algunos indicios sobre el por qué.
No quería que la película fuera totalmente abstracta. Estos flashbacks me permitían, además, en la primera mitad, en que los personajes están totalmente aislados entre sí, romper un poco ese aislamiento y contar también cómo un niño de Gennevilliers puede ser camarero en una cafetería junto a la facultad de Ciencias Políticas y conocer a alguien, cómo la conversación puede brotar y cómo esa asociación de ideas se opera en la gente. Son pequeños toques impresionistas, más que discursivos o explicativos.

¿Tuvo usted alguna fuente de inspiración en especial del cine de género?
Siempre hay, aunque dos o tres días antes del rodaje, proyecté para todo el equipo y los actores Elephant, de Alan Clark. Tengo la impresión de que les transmitió mucho sobre la manera en que, a partir de los gestos, podemos contar un montón de cosas. 

La película tiene dos partes bien distintas en términos de ritmo.
En un momento dado, me dije: primero actúan, luego esperan. ¿Cómo dotar de tensión también a la espera? Cortándolos del mundo exterior. Fue en la fase de concepción de la película cuando me vino a la cabeza la idea de los grandes almacenes. Era uno de los elementos principales de la obra, una especie de mundo abstracto, entre comillas “perfecto” o que nos querrían vender como perfecto, en el interior del cual los personajes se encontrarían solos. La cuestión era recrear esta especie de microsociedad con los chicos.

¿Ya estaba presente en las primeras fases del proyecto este poderoso contraste entre las dos partes?
Sí, desde la escritura del guion. De todas formas, me gusta mucho en el cine, se trate de la película que se trate, la idea del contraste. Aporta un gran alivio. El espectador está cada vez más enganchado. Es algo que trabajo mucho desde hace tres o cuatro películas, tanto en el montaje como con la música o la narración. Aquí, esta primera parte, que es muy movida, se para en un momento dado y los personajes se reencuentran. Para la segunda parte, pensé en los westerns, con su idea de la espera y del encierro.

¿Evolucionó mucho la forma de la película en el montaje? Pienso, especialmente, en la primera mitad.
El montaje siguió lo que estaba escrito. Todo aparecía en el guion: los flashbacks, las pantallas divididas, las vueltas atrás, etc.

La pantalla dividida se ha convertido casi en una de sus especialidades.
Pronto pararé [risas]. Pero en las tres películas en que la he empleado, era por razones precisas y distintas cada vez. Lo que me gusta es que dinamiza al espectador.

Desde De la guerre [+lee también:
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, tengo la impresión de que se interesa sobre todo en las microcosmos que son marginales y, a la vez, se encuentran en el corazón de la sociedad.
Así es; vale para mis últimas cuatro películas y de maneras muy diferentes. Cómo recrear un mundo en el interior de otro mundo y cómo aquél puede, al mismo tiempo, no existir de hecho dentro de éste. En Saint-Laurent [+lee también:
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Q&A: Bertrand Bonello
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, aunque se trataba de un hombre muy rico, todo acaba con un encierro y con una separación de la realidad.

Nocturama suscitará, inevitablemente, polémicas e interpretaciones que le harán decir, probablemente, cosas que no tiene intención de explicar. ¿Adónde llega la libertad del artista cuando aborda temas contemporáneos tan sensibles?
Creo que la libertad del artista es infinita y que luego es él quien debe hacerse cargo de la responsabilidad de reflexionar con inteligencia. No me gusta mucho hacerlo pero voy a citar, de todas formas, a Godard, que tuvo algunas ideas ingeniosas: "no hay que hacer cine político, sino hacer cine políticamente". Llega un momento en que la moral se instala en el puesto de trabajo: ¿dónde pongo la cámara y cuánto tiempo va a durar el plano? Mientras uno tenga y mantenga este rigor, creo que uno puede tener toda la libertad del mundo.

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(Traducción del francés)

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