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Phil Cox • Regista

“No es un burdel sino un espacio mental”

por 

- Nos reunimos con el documentalista británico Phil Cox con motivo del estreno europeo en el Biografilm de Bolonia de Love Hotel, en el que aborda los secretos de los hoteles del amor de Japón

Phil Cox  • Regista

No solo sexo. Los love hotel, en Japón, son excéntricos hoteles en donde la gente se refugia para evadir la vida diaria y hacer realidad sus fantasías. El británico Phil Cox ha presentado en el 10° Biografilm Festival di Bologna (que se celebra entre los días 6 y 16 de junio de 2014), el estreno europeo de su docufilm a tal propósito, Love Hotel, codirigido por la japonesa Hiraku Toda y producido por la inglesa Native Voice Films y la francesa Bonne Pioche Television (con el apoyo, entre otros, del CNC y del Programa Media de la UE). Entramos con los dos directores en un love hotel de Osaka, y en sus diversas habitaciones temáticas conocemos a sus clientes: desde un matrimonio que quiere volver a encender la llama de la pasión hasta un hombre  solitario que solo persigue sus fantasías, pasando por una pareja de homosexuales que no sabe dónde si no podrían verse o un hombre de negocios al que le gusta que lo aten. Sin embargo, al love hotel también hay gente que va para encerrarse en la habitación, pedir la cena y bailar.

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Cineuropa: ¿Qué les llevó a buscar a estos personajes y esta historia?
Phil Cox:
 Me interesa el lado oscuro de la gente: mi anterior película, The Bengali Detective, estaba ambientada en un estudio de un detective privado de la India al que la gente va a confiar sus secretos. En este caso, buscábamos historias en Japón y me llamó la atención el hecho de que dos millones y medio de japoneses acudieran día tras día a estos love hotel. Nadie había metido una cámara allí dentro antes, son lugares privados y anónimos, lo cual es un buen aliciente para trabajar sobre ello. Lo que más me ha entusiasmado es que en el mismo edificio podía encontrarme con ricos y con pobres, con jóvenes y con viejos… si hubiera conseguido entrar en ese lugar, habría sacado todas las historias que quería. El love hotel no es un burdel, sino un espacio mental, un sitio en el que uno puede ser aquello que no se es en el día a día: es mucho más profundo de lo que parece.

Teniendo en cuenta la mentalidad japonesa, ¿cómo es que estas personas aceptaron compartir con el mundo aspectos tan íntimos?
Ante todo, hay que decir que allí solo estábamos la codirectora japonesa, Hiraku Toda, y yo con dos pequeñas cámaras de vídeo. Nos convertimos en una especie de amigos, habíamos pasado tiempo con ellos, habíamos charlado, y no aparece en la película ni un solo actor. Lo que más me impactó es que en este hotel las personas tendían más a revelar cosas de sí mismas. A menudo, se piensa que la mentalidad japonesa es rígida y, sin embargo, somos todos iguales, todos podemos abrirnos, y esto ocurre en un love hotel mucho más que en nuestros países. En Japón, todos van a los love hotel pero ninguno habla de ello; los propios clientes se mostraron curiosos por saber qué pasaba dentro de sus paredes. Cada uno tenía un motivo distinto para participar; la película sirvió, por ejemplo, para que la pareja casada desde hace años y la que formaban los abogados gays superasen sus problemas.

El film documenta también un momento de cambio, en el que las leyes sobre los hoteles del amor se vuelven más restrictivas. ¿Son muy distintos hoy en día estos establecimientos con respecto a como los filmaron ustedes?
La película se rodó entre 2012 y 2013. Social y políticamente, se posiciona en un momento delicado de Japón: el país está cambiando hacia el conservadurismo, se está militarizando, crece el nacionalismo… pero no quería hablar de esto. Me interesaba contar cómo el gobierno influye en la vida de las personas y tiene el control de aquello que la gente debe amar o desear (está prohibido bailar después de las doce de la noche, colocar espejos en determinadas posiciones, etc.). Ahora estos lugares han sido obligados a convertirse en una suerte de hotel de negocios, más normalizados.

El aspecto visual de la película está muy cuidado; a veces, uno se pregunta si todo lo que aparece es verdad…
La cinta tiene una veta muy cinematográfica; de hecho, las habitaciones ya estaban decoradas como si fueran platós: objetos, luces, colores, el rojo y el rosa típicos de las fantasy room… Pero no importa, no hay que pensar en esto sino concentrarse en las personas. Filmé muchas más historias pero me centré en las que contienen cierto desarrollo narrativo; si no, habría sido un mero reportaje. En Japón, estos sitios existen desde hace 600 o 700 años; nacieron como casas del té, lugares privados en los que reunirse con gente. De hecho, el sexo, en su cultura, no se vive como un pecado. En cualquier caso, la película funciona si uno abraza su aspecto universal. Cada uno de nosotros necesita dejarse llevar de tanto en tanto y ellos disponen de estos hoteles para hacerlo. El precio es asequible: 80 dólares por cinco o seis horas.

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(Traducción del italiano)

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