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Nicolas Wadimoff • Director

Secretos de bancos y revolución

por 

- El director ginebrino nos cuenta la génesis del falso documental Operación Libertad, seleccionado en la Quincena de los Realizadores de Cannes.

Seleccionado para participar en la Quincena de los Realizadores con su última ficción, titulada Operación Libertad [+lee también:
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ficha de la película
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, el director ginebrino Nicolas Wadimoff nos cuenta la génesis de este falso documental en el que narra el periplo de un grupo revolucionario suizo de finales de los años 70.

Cineuropa: Sus últimas películas fueron documentales. ¿Qué le llevó a hacer ficción?
Nicolas Wadimoff: Actúo en función de la teoría de vasos comunicantes: al cabo de dos documentales empiezo a sentirme limitado y tengo ganas de mostrar otra visión para cuya preparación me pone trabas el género documental, por mucho que sea de mi gusto. Así que vuelvo a la ficción; sin embargo, ahí también hay que equilibrar la balanza: cuando siento que me alejo demasiado de la realidad, vuelvo a ella, de un modo u otro.

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La forma de Operación Libertad adquiere esta ambivalencia. Es una ficción que se sitúa en los límites del documental.
Operación Libertad es, en efecto, la película que mejor muestra esta tendencia. Jugamos con esta ambivalencia ya a partir del trabajo en el guion con Jacob Berger. La energía del rodaje fue comparable a la de un documental. También lo vemos en los actores: es una especie de no interpretación, una encarnación más que una actuación.

Ello también le da la posibilidad de alejarse de los códigos tradicionales de la ficción.
En la ficción tradicional, los límites hoy en día los marcan las necesidades del guion. Sin embargo, no hay nada peor que apostar por un género con el que uno no termina de identificarse y al que uno no consigue aportar algo. No digo que haya hecho Operación Libertad por defecto: habría preferido hacer Sospechosos habituales. No es eso. Simplemente, querer hacer cine en Suiza ya es de por sí un proyecto de cuidado; más aún si hablamos de películas de alto presupuesto, o una saga con muchos actires… Uno no hace más que perder su tiempo.

¿Se ha concienciado por tanto del carácter "factible" de un proyecto dado?
Hay espacio para muchos otros tipos de proyectos en Suiza. Está claro que en Opération Libertad tengo presente el contexto en que vivo y hago películas. La historia que contamos es la historia de nuestro país: abordamos la cuestión del secreto de los bancos, los choques entre el sistema financiero helvético y las dictaduras… En el ámbito de la pura realización de la película, sabíamos que podíamos sacar este proyecto adelante. Casting, presupuesto, estructura de produccción: todo es coherente con la realidad del cine suizo.

¿Qué le inspiró el tema de la película?
Trabajé durante tres años en un proyecto en el que se hablaba de alternativas, de utopía y, finalmente, de insurrección. La historia transcurría en la actualidad y creo poder decir que he exprimido hasta la extenuación a dos guionistas para conseguir darle alas. Posteriormente, reflexioné sobre la forma del documental. Lo hablé con Jacob Berger, quien tuvo la idea de que fuera un crío quien filmase y cuyas imágenes nosotros descubriríamos. Por una cuestión de credibilidad, decidimos que la historia terminase transcurriendo en los años 70, en un momento histórico en el que estos acontecimientos habrían podido acaecer.

¿Cómo fue el trabajo de documentación?
El guion se nutre eminentemente de encuentros, de gente que conocimos y de experiencias que vivimos. Nuestra propia experiencia se remonta a un tiempo pasado: Jacob y yo conocimos muy bien el ambiente de las casas okupas en Ginebra de principios de los años 80. Yo mismo estaba implicado en el movimiento autónomo, bastante radical, por cierto. En 1994, hice un documental para televisión titulado Temps présent [Tiempo presente], sobre los suizos con los que trabó relación Carlos. Mantuve contacto estrecho con los protagonistas de esa película; ellos me inspiraron mucho para hacer Operación Libertad.

El tema no es inocente: su trabajo gira en torno a la cuestión de la resistencia y de la lucha armada. ¿Por qué esa recurrencia?
No puedo separarme de la cuestión del individuo y del mundo que lo rodea. Hay gente, directores, que lo consiguen y entran en las relaciones humanas, los dramas psicológicos e introspectivos. Yo siempre tengo la impresión que el entorno, la cuestión social, late continuamente tanto en mi vida como en mis películas. ¿Cómo escapar a la propia condición? Esa es, probablemente, la pregunta sobre la que vuelvo con más frecuencia.

¿Cómo reaccionó al saber que el festival de Cannes había seleccionado su película?
No puedo ocultar el placer que me provoca. Mucho tiempo he pasado sin medir en su justa medida el asunto del reconocimiento a través de las selecciones y los premios. Eso me ha costado a veces caro. Provengo de una escena alternativa radicalmente opuesta a los focos, los medios y el reconocimiento, muy protestante, pero cuando Clandestins se estrenó y consiguió algún premio, no sabía qué pensar. Ahora sé que un reconocimiento de este nivel es útil para la película y abre la puerta a temas más arriesgados.

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