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Robert Guédiguian • Director

"Hay que animar a la gente valiente a seguir siéndolo"

por 

- Moral, pobreza, cultura obrera, activismo, conciencia de clase y conflicto generacional: el director marsellés revela los secretos de Les neiges du Kilimandjaro

Cineuropa entrevistó al comprometido cineasta marsellés, que ambientó de nuevo en su ciudad natal otra película suya: Les neiges du Kilimandjaro [+lee también:
crítica
tráiler
entrevista: Robert Guédiguian
entrevista: Robert Guédiguian
ficha de la película
]
, presentada en la selección Un Certain Regard del 64° Festival de Cannes y seleccionada entre las tres finalistas del Premio Lux 2011 del Parlamento Europeo.

Cineuropa: ¿Qué le llevó a regresar a Marsella y a retomar la cuestión de las clases desfavorecidas tras varias películas rodadas en otros lugares y sobre otros temas?
Robert Guédiguian: Después de 30 años y 17 películas, hice tres películas ⎯Dernier été, Marius y Jeannette (un amor en Marsella) y Les neiges du Kilimandjaro⎯ que son como cortes transversales del barrio donde nací. Hace 30 años, la villa del Estaque era muy comunista: estaba compuesta básicamente por obreros y estibadores. En estas tres películas he tratado de analizar el estado de la moral, de la izquierda, de una cultura obrera actual, en Occidente. Soy fiel a la frase de Chejov "por el mundo entero, por los otros pueblos" y siempre intento hacerlo a partir del lugar que conozco mejor, donde puedo distinguir con facilidad lo que cambió, lo que desapareció, etc.

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Usted aborda también la cuestión del conflicto generacional
Los personajes de Dernier été tenían 25 años; Mario rondaba la cuarentena, y, ahora, los personajes principales tienen unos cincuenta años. Hay una divergencia abismal hoy en día en el mundo occidental sobre la manera en la que se representa la política y la posibilidad de una alternativa. Nadie entre los jóvenes imagina otra opción, lo que no quiere decir que no protesten, como lo demuestra lo que pasa con los indignados en todas partes de Europa. Pero no contemplan otras soluciones como nosotros lo hacíamos. Hay que reinventar sin falta una conciencia de clase transgeneracional. Esta película es una constatación muy dura de esta situación, pero acaba bien porque cabe pensar que la terrible historia que vivieron mis personajes les haya permitido comprender que forman parte de la misma gente y que tienen los mismos intereses.

¿Qué puede decirnos del idealismo y de la bondad llevada al extremo por la pareja que interpretan Jean-Pierre Darroussin y Ariane Ascaride?
Son activistas muy honrados. El mundo cambió y su generación ya no tiene posiblemente la misma fuerza que antes, pero es gente que sufre si se imagina que su combate no tiene al menos un poco de eficacia. Son también personas comprometidas de verdad: no se esconden detrás de los otros y comparten las desgracias de sus vecinos. Son admirables desde este punto de vista, pero no es una fabula: hay muchísima gente que se comporta de esta manera. Porque cada día pasan cosas terribles, pero también cosas magníficas: hay, por ejemplo, gente en pequeños pueblos franceses capaz de oponerse a la expulsión de un niño africano; gente que se preocupa por los otros. En eso me inspiró el poema de Victor Hugo Les pauvres gens [La gente pobre o Los infelices]. Cuenta la historia de una familia de pescadores que, a pesar de tener tres hijos y pocos recursos, decide acoger a los dos hijos de su vecino recientemente fallecido. Este poema es lírico, melodramático, escrito en un tono casi enfático, pero cuando lo leí pensé que había que animar a la gente que tiene valor para que siga siendo valiente.

¿Que le parece su nominación al Premio Lux del Parlamento Europeo?
Me reconforta un poco en lo que respecta al estado de Europa. En Europa urge una reflexión sobre estos temas. Para la crisis actual, hay que encontrar soluciones que no agobien a los pueblos. Posiblemente habrá que tomar el dinero allí donde está. ¿Por qué la austeridad debe golpear siempre a los más pobres?

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